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Vacunas y emergencias

IMAGE: Vaccine by Brand Mania from the Noun Project (CC BY)

Mi columna de esta semana en Invertia se titula «Vacunación y liderazgo» (pdf), y trata de dejar clara la urgencia que supone la campaña de vacunación y hasta qué punto la aproximación centralizada europea, ese «todo gestionado por el gobierno», puede ser peor que las adoptadas en otros países en los que toda entidad que tenga algo que ofrecer para acelerar el proceso puede tratar de contribuir a ello en la medida de sus posibilidades.

Así, vemos como el mismo día de la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca, Amazon ya ofreció su ayuda de cara a esa campaña de vacunación: una de las compañías que indudablemente más sabe de logística moderna, ofreciendo sus operaciones, su tecnología y sus comunicaciones para hacer llegar la vacuna a cada rincón del país. El ministro alemán Gerd Müller lo tiene muy claro: las grandes compañías, sobre todo aquellas que se han encontrado en situación de beneficiarse de la pandemia, deberían colaborar con los gobiernos para hacer llegar la vacuna a todas partes.

Google, por ejemplo, ha utilizado la plataforma de Google Maps para incluir todos los centros de vacunación, y ha contribuido con espacio en varias de sus oficinas para funcionar como tales, algo que ha ofrecido también por escrito al equipo de transición del presidente la asociación que agrupa a los hoteles norteamericanos, American Hotel & Lodging Association. En algunos países, todo aquel que cree que puede contribuir de alguna manera a acelerar el proceso de vacunación, se ofrece para hacerlo.

La vacunación es la única manera posible en este momento de poder aspirar a salir de la dramática situación en la que nos encontramos ahora mismo como sociedad. El hecho de llevar ya cerca de un año en la actual dinámica de uso de mascarillas y medidas excepcionales como confinamientos más o menos severos ha hecho que, de alguna manera, perdamos la conciencia de lo que es una emergencia, la «cotidianicemos», la veamos ya como parte del paisaje. Pero no, no lo es: es una emergencia que se está llevando por delante a un buen montón de personas con nombres y apellidos, que está destrozando nuestro tejido económico y que amenaza con seguir haciéndolo si no reaccionamos adecuadamente.

La idea de centralizarlo todo en unas instituciones públicas que, como se está demostrando, distan mucho de estar a niveles de eficiencia similares a los que pueden alcanzar muchas compañías privadas es un error. Una situación de emergencia requiere medidas de emergencia: deberíamos, como en otros países, estar abriendo estadios y locales de todo tipo para llevar a cabo vacunaciones masivas. Si es preciso suplementar las estructuras de fabricación o logísticas de las compañías farmacéuticas, deberíamos estar haciéndolo sin dudarlo. Todo vale, absolutamente todo, con tal de acelerar que la vacuna llegue a los ciudadanos y que podamos aspirar a retomar nuestra actividad.

Hay muchas compañías e instituciones que podrían estar colaborando para que eso fuera así. En su lugar, tenemos una actitud de custodia absoluta del proceso por parte de unas instituciones públicas que no solo no están al nivel que tendrían que estar, sino que no parecen aceptar la colaboración de nadie. Y no, la excusa de «no hay suficientes vacunas» no es suficiente. Al ritmo calculado por el gobierno con su «plan sin fisuras», hablamos de expectativas de plazos que llegan a mediados del año 2022, ya de por sí completamente inaceptables desde cualquier punto de vista. Pero si extrapolamos el ritmo actual, nos vamos a nada menos que dentro de tres años. ¿Es de verdad eso lo mejor que podemos hacerlo?

Los países que más rápido consigan vacunar a su población serán, sin duda, los primeros en retomar su actividad de manera plena y en poder plantearse salir de la crisis económica resultante. En el caso de España, una economía de servicios en la que actividades como el turismo o la hostelería juegan un papel fundamental, esto es mucho más importante aún. Deberíamos estar vacunando como si no hubiera un mañana, con la ayuda de todos aquellos que pudieran contribuir para acelerar ese proceso.

Esto es una maldita emergencia: pongamos en juego todos los recursos necesarios y tratémosla como tal.


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