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Adiós a las cámaras réflex

IMAGE:  S. Hermann & F. Richter - Pixabay

Un artículo en Nikkei Asia, posteriormente desmentido por Nikon, anuncia el fin del desarrollo de nuevos modelos de cámaras DSLR o réflex por parte de la compañía, que serían sustituidas por las llamadas cámaras mirrorless sin espejo.

Según Nikon, que ha publicado un desmentido, el artículo es «simplemente especulativo» y no corresponde a ningún anuncio oficial hecho por la compañía, que continuará la producción, venta y servicio de sus cámaras SLR, pero es evidente que cuando se filtran este tipo de noticias, alguna base tienen.

Estamos, aparentemente, ante el fin de una tecnología, la de la cámara réflex, que ha sido la reina de la fotografía durante prácticamente cien años. En una cámara réflex, el visor y el objetivo acceden exactamente a la misma imagen con visión óptica directa, lo que elimina la necesidad de la corrección del paralaje que se requería cuando el visor y el objetivo utilizaban ópticas diferentes, pero un espejo y un pentaprisma permiten visualizar la imagen antes de que, al presionar el botón, se retiren mediante un resorte extremadamente rápido y se dispare el obturador. Ese mecanismo, que además tiene necesariamente que ser muy robusto para resistir decenas o cientos de miles de disparos de la cámara (muchos más desde la popularización de la fotografía digital), está condicionado por la medida del espejo y por el espacio necesario para su rotación, lo que hace que las cámaras réflex tiendan a ser grandes y a hacer un sonido mecánico característico.

En las cámaras mirrorless, en cambio, la luz es tomada directamente de la lente al sensor, y ofrecen al usuario un visor electrónico a menudo situado en una pantalla trasera de gran tamaño. Esto permite un diseño de cuerpo de cámara mucho más compacto, además de funcionalidades como el reconocimiento avanzado de personas mediante machine learning y otras funciones de video o de enfoque mejoradas. A cambio, las cámaras mirrorless tienden a tener menor duración de batería, en parte debido a la dificultad de acomodar una batería grande en un cuerpo de cámara de menores dimensiones, pero también debido al uso intensivo de visores electrónicos más grandes, que tienden a consumir más energía. Es habitual que una cámara mirrorless sea capaz de tomar la mitad o menos de fotografías por ciclo de batería que una cámara réflex. Por otro lado, una cámara mirrorless tarda entre uno y dos segundos en encenderse, frente a una réflex que está lista para disparar de manera inmediata.

Con todo, la llegada de las cámaras mirrorless ha seguido el clásico proceso de difusión tecnológica que ocurre en muchas industrias: los primeros prototipos, creados por compañías como Epson o Leica, fueron comercializados en 2004, para un mercado en caída libre debido a la cada vez mayor popularización de los smartphones con cámaras cada vez más potentes. Mientras el mercado de cámaras descendía, una compañía, Sony, se convirtió, a partir de la comercialización de la serie NEX en 2010, en la primera en lograr un éxito comercial asociado con la nueva tecnología, lo que le ha permitido llegar a convertirse en la compañía líder por número de unidades vendidas en ese segmento.

Cuando marcas como Canon o Nikon entraron en el segmento, se encontraron con que Sony había aprovechado muy bien y de manera muy agresiva su oportunidad y reinaba cómodamente en él, y con que todo un segmento de profesionales antes claramente de «religión» nikonista o canonista comenzaban a preferir estas nuevas cámaras. El resultado ha sido que, a partir del lanzamiento de sus primeros modelos full frame en 2018, Nikon y Canon han tenido que esforzarse para lograr competir con Sony y su ventaja en el segmento mirrorless.

Eliminar el mecanismo réflex permite no solo reducir sensiblemente el tamaño de las cámaras, sino además, dotarlas de una simplicidad mecánica mucho menor, lo que redunda en una mayor durabilidad y muchas menos averías. Durante estos años de transición, he llegado incluso a ver fotógrafos profesionales utilizar cámaras mirrorless con empuñaduras especiales destinadas, fundamentalmente, a hacerlas más grandes, porque sentían las nuevas cámaras «demasiado pequeñas». Tecnológicamente, hay pocas dudas sobre cuál es el futuro de las cámaras, aunque siga habiendo, como ocurre en toda transición tecnológica, numerosos nostálgicos del mecanismo réflex.

Las ventas de cámaras se han reducido de forma drástica a lo largo de los últimos años, con una caída que va desde los 11.67 millones de unidades vendidas en 2017 hasta los 5.34 millones del pasado año 2021. Esta caída obliga a muchas compañías a concentrarse en los modelos más rentables, con las cámaras mirrorless ganando en este sentido debido a su mayor simplicidad de fabricación y mucho menor complejidad mecánica. En el caso de Nikon, se calcula que la empresa genera aproximadamente la mitad de sus beneficios gracias a las cámaras mirrorless, mientras que las réflex tradicionales representan en torno a un tercio y siguen una trayectoria claramente descendente.

Seguiremos viendo cámaras réflex todavía durante bastante tiempo. Pero claramente, tras la revolución que supuso la fotografía digital, nos encontramos ahora con la transición a cámaras mirrorless y con el progresivo abandono de las réflex, mientras buena parte del mercado no profesional se limita, en cambio, a prescindir directamente de la cámara y opta por utilizar el smartphone que lleva a todas horas en el bolsillo. Sin duda, una evolución interesante.

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