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China: trabajar hasta perder la cabeza

IMAGE: Jacques Savoye - Pixabay (CC0)

Brutal artículo en el Financial Times, «‘Obedience and fear’: the brutal working conditions behind China’s tech boom«, sobre la terrible cultura del trabajo en China, la conocida 996 – trabajar de nueve de la mañana a nueve de la noche, seis días a la semana – y hasta qué punto es responsable, posiblemente, de la elevada productividad muchas de las compañías del país, pero también de una terrible factura de problemas de todo tipo, incluidos fallecimientos de numerosos trabajadores.

En China, si quieres ser un buen trabajador, debes trabajar hasta perder la cabeza, como las famosas estatuas de los guerreros de Xi’an que aparecen en la ilustración, a pesar de que las leyes especifican que no se puede trabajar más de tres horas extras diarias y nunca más de 36 horas extras mensuales. Pero obviamente, la escasa supervisión y la prevalencia – y casi santificación – de una cultura de trabajo dura impiden el cumplimiento de estas leyes, sobre todo en industrias como la tecnología. Contra eso, surgen algunas campañas como 996.ICU, o «trabajar de 9 a 9 y 6 días a la semana te llevará a Cuidados Intensivos», pero que por el momento, únicamente cuentan con simpatías entre las generaciones de trabajadores más jóvenes.

Una cultura defendida en China por directivos como Jack Ma y en Silicon Valley por otros como Mike Moritz, uno de los directivos de referencia de Sequoia Capital, en artículos como «Silicon Valley would be wise to follow China’s lead«, que contrastan con un mundo occidental en el que la tendencia general es, cada vez más, tratar de proteger los derechos de los trabajadores, plantear reducciones de jornada y búsqueda de mejores condiciones de conciliación.

El artículo resulta de interesante lectura sobre todo al hilo de las conversaciones de hoy en la reunión del G7, en las que los Estados Unidos han logrado obtener algunos compromisos de cara a las actitudes frente a potencias autocráticas como China y Rusia, en lo que Joe Biden define como una especie de «concurso entre los gobiernos autocráticos del mundo, empeñados en comprobar si las democracias pueden competir con ellos en un siglo XXI rápidamente cambiante». Y aunque todos los países del grupo se muestran partidarios de urgir, por ejemplo, a China en temas como el tratamiento de determinadas minorías o el trabajo forzado, arrancar compromisos generalizados a todos los miembros del grupo está resultando una tarea sumamente compleja. ¿Puede un grupo de países, incluso los más ricos del mundo, conseguir un acuerdo internacional que aspire a regular las condiciones de la competencia en el mundo, incluyendo aspectos como los medioambientales, y que aspire a aislar a aquellos países que no las cumplan? De este tipo de acuerdos y de sus posibilidades de cumplimiento es posible que lleguen a depender muchas cosas.

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¿Puede funcionar a medio y largo plazo una cultura del trabajo basada en que los trabajadores vivan en unas condiciones como esas? ¿Vale la pena esa carrera por el dominio de la tecnología mundial, a costa de generar una sociedad con esos estándares? ¿Cómo definir un sistema económico como ese, si no es como una especie de hipercapitalismo sin control, en el que todos trabajan hasta casi morir intentando destacar para convertirse en millonarios? Y si logras convertirte en millonario… ten cuidado.

¿Es sostenible una sociedad así? ¿Y un mundo así?


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