changeelon muskfacebookGenerallayoffsMark Zuckerbergmetatech companiesTwitter

Twitter, las tortillas y los huevos

IMAGE: Engin Akyurt - Pixabay

La aparentemente caótica gestión de Musk tras su aterrizaje como elefante en cacharrería en Twitter está dejando, aparentemente, toda una lección de cómo no hacer las cosas y de cómo descuidar la gestión del cambio en una compañía.

Llegar anunciando sangre y despidos multitudinarios, llevar a cabo esos despidos mediante correos electrónicos completamente carentes de sensibilidad e incluso intentar retrotraer algunos de esos despidos posteriormente alegando errores del procedimiento constituye una imagen de tormenta perfecta y de compañía en caída libre que ha precipitado a más de un millón de usuarios a desactivar sus cuentas, a generar un volumen similar de altas en Mastodon, y a provocar ataques de trolls y una inseguridad tal en los anunciantes que ha llevado a muchos de ellos a pausar su actividad, con todo lo que ello conlleva en términos de ingresos. En algunos países como India, la compañía ha despedido al 90% de los empleados, y ha dejado únicamente una docena de personas en plantilla.

¿Está intentando Musk escribir un capítulo de un libro sobre cómo hacer mal las cosas? Si quería una transición tranquila y discreta, decididamente ha hecho todo lo necesario para no tenerla. Pero… ¿quería realmente Musk una transición tranquila y discreta? La respuesta, claramente, es no. En realidad, muchas de las narrativas al respecto están siendo un tanto precipitadas: sin que sirva como justificación, los despidos, aunque obviamente carentes de sensibilidad en las formas, son en realidad cancelaciones de contratos de trabajo que no se hacen efectivas hasta los primeros meses del año que viene, lo que sitúa a los trabajadores en la tesitura de buscar otro trabajo (en un contexto, eso sí, sumamente complicado para el entorno de las big tech) mientras siguen, durante tres meses, cobrando su sueldo. Las imprecisiones y errores en las decisiones de despido corresponden, claramente, a una transición muy rápida y seguramente, dadas las formas, lógicamente poco colaborativa por parte de la dirección anterior. Y todo ello, en un contexto que resulta fundamental entender: el de una compañía fuertemente hipertrofiada a lo largo de los últimos años, como su anterior CEO, Jack Dorsey, ha confesado.

Precisamente Jack Dorsey es, que sepamos, el único accionista de la compañía en el consejo de administración que ha arrastrado su participación accionarial íntegra a la nueva compañía creada por Musk para gestionar Twitter, algo que, unido a los intereses de Dorsey en ámbitos como las criptomonedas y los medios de pago, podría darnos una pista de lo que Musk podría pretender hacer con Twitter. Sus contactos con creadores de contenido en plataformas como YouTube para atraerlos hacia la nueva Twitter y sus insinuaciones con respecto al futuro de la monetización de contenidos en su red podría indicar, posiblemente, un compromiso hacia un entorno gestionado con una base criptográfica, en este caso mediante NFTs. El interés de CZ Zhao, creador de Binance, por formar parte del consejo de Twitter, también.

Todo esto, obviamente, son hipótesis. Pero convertir Twitter en una compañía de la Web3, con un sistema de gestión de identidades con respaldo criptográfico y gestionado mediante un wallet, por ejemplo, puede ser una idea interesante, que además atraería muchísima atención y significaría un fortísimo impulso para esa transición generacional de la web. ¿Cuál sería el efecto de una Twitter que, de la noche a la mañana, requiere el uso de un wallet para gestionar la identidad de sus usuarios? La compañía, aparentemente, ha pausado el desarrollo de un proyecto in-house de wallet, lo que podría indicar no tanto un abandono de la iniciativa como una clarificación de la misma o, incluso, una deriva hacia proyectos como Bluesky, apadrinado originalmente por el propio Dorsey y que le ha llevado a incorporar perfiles relacionados con el mundo cripto.

En un contexto de ese tipo, parece razonable pensar que un equipo hipertrofiado, no especialmente eficiente en su gestión y desmotivado es lo último que Twitter necesita ahora mismo: reducir el gasto de plantilla y crear un nuevo grupo más reducido, comprometido con el cambio e ilusionado con el proyecto aparece, claramente, como una prioridad. Y todo ello en una situación complejísima, con una red social que muy posiblemente reduzca su número de cuentas por un factor muy elevado simplemente si ponemos en consideración las desactivaciones voluntarias y la desconexión radical de millones de cuentas falsas creadas por factorías en todo el mundo a lo largo de los años.

¿Errores? Muchos, muchísimos. Sin duda, nadie es perfecto, y mucho menos, Elon Musk: todos los genios a lo largo de la historia han tenido sus asperezas, en algunos casos muy marcadas, y este hombre no iba a ser una excepción, menos aún en un momento de fortísimos cambios y saturación. Pero independientemente de lo que ocurra en Twitter y de que la jugada le salga bien o le salga mal a medio/largo plazo, una cosa parece clara: no hay forma de hacer una tortilla sin romper unos cuantos huevos – también en su sentido más metafórico. Y si preguntamos a Musk a qué se está dedicando ahora mismo, seguramente nos conteste que eso es precisamente lo que está haciendo.

Vienen curvas. Y muchas.


This article is also available in English on my Medium page, «Twitter, omelettes and eggs»

Related Articles

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

Back to top button