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El interesante mundo de las exposiciones inmersivas

IMAGE: E.Dans

Un artículo en The Guardian sobre el auge de las exposiciones inmersivas, «Immersive exhibitions: the future of art or overpriced theme parks?«, me recuerda la buena experiencia que tuve en diciembre del año pasado cuando acudí, invitado por Acciona, a la exposición «Vida y Obra de Frida Kahlo«, que aún puede visitarse durante unos pocos días en Madrid, hasta el próximo 30 de abril (hay un trailer de la experiencia aquí).

¿Mi impresión? Valga la redundancia, impresionante. Considerando que Frida Kahlo es una artista de la que creía saber algunas cosas, sobre la que he leído algo y que he visto la casa en la que vivió con Diego Rivera en Coyoacán, la sensación de ir a una exposición y aprender muchísimo con ella me pareció fantástica, y mucho de ello se debe, desde mi punto de vista, al formato utilizado, con un extensivo uso de las tecnologías de proyección.

La sensación al entrar es la de acceder a una habitación enorme muy poco iluminada, con algunos sitios pensados claramente para sentarse, un techo lleno de artefactos de proyección, y un podio a modo de altar en una zona. Pero cuando las luces se apagan del todo y empiezas a recibir estímulos en forma de grabaciones que narran una historia que se va desarrollando visualmente en todas las paredes de la sala, en las que vas viendo suceder, en modo cronológico, las distintas etapas de la vida de Frida, su infancia, su accidente, su relación con Diego Rivera, y el repaso a cómo muchas de esas etapas se reflejan en su obra, sus influencias y su progresión en el mundo del arte, te encuentras con que la experiencia, en primer lugar, se te hace corta, y en segundo, te lleva a salir de la exposición con esa sensación de haber aprendido y disfrutado muchísimo más que con cualquier otro formato museístico habitual. Básicamente, una de esas experiencias que para mí definen cómo aportar valor, en este caso al arte y a la comunicación de la misma, mediante la tecnología. Por otro lado, la sensación de inmersión en una sala grande y con más personas en ella me resulta mucho más agradable que la alternativa de un visor pegado a mis ojos: en todo momento podía ir comentando la exposición con mi mujer, o moverme por la sala para acercarme a cualquiera de sus paredes, al altar central, etc.

Gracias al artículo de The Guardian veo que ese tipo de formatos inmersivos para exposiciones artísticas se está popularizando cada vez más, mediante combinaciones de tecnologías que van desde proyecciones audiovisuales múltiples hasta visores de realidad virtual, y planteamientos que pueden llevarte desde a ver la obra de Van Gogh con sus pinceladas siendo aplicadas, hasta las obras de artistas contemporáneos como David Bowie, ABBA, Avicii o Prince; pasando por experiencias artísticas supuestamente extraterrestres o instalaciones en las que puedes experimentar estar bajo una lluvia torrencial sin mojarte ni un pelo.

Una forma interesante de presentar el arte o las experiencias artísticas en general en las que la tecnología tiene, indudablemente, muchísimo que aportar.

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