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Hablando sobre el futuro del sector turístico

IMAGE: EDans - Minube

Desde Minube me pidieron colaboración para el desarrollo de un libro blanco sobre el futuro del turismo, titulado «El nuevo viajero: así prepara su futuro el sector turístico» , disponible para descarga mediante formulario, para el que grabé una entrevista a través de Zoom de la cual se han extraído algunos fragmentos. Particularmente, ha destacado mis comentarios al hilo del uso de tecnologías como la realidad virtual o aumentada, las redes sociales y algunos elementos más que la industria comienza a poner en producción.

Mi preocupación fundamental sobre el sector turístico, en cualquier caso, tiene mucho más que ver con la sostenibilidad de la actividad como tal. Cada día me parece más importante concienciar a la industria acerca de la necesidad de optar por modelos sostenibles, no masivos, y basados en elementos que permitan una armonización de la actividad con su entorno. En el caso de España, la salida de la pandemia nos está permitiendo observar la marcada dependencia de la industria con respecto a un determinado modelo de turismo de baja calidad, identificado en muchos casos con las famosas 3S (Sun, Sea and Sex), y asentado sobre modelos low cost que posiblemente permitan el mantenimiento de determinados segmentos de la industria, pero que como en el caso de todos los modelos low cost, se terminan pagando en otros aspectos.

El turismo como actividad tiene que pagar no solo el coste de la actividad subsidiado hasta el infinito mediante modelos irresponsables, sino también el coste de su impacto. Apoyar el crecimiento del modelo turístico sobre unas aerolíneas, por ejemplo, que pese a haber incrementado la eficiencia de su consumo de combustible, ha multiplicado su actividad por un factor completamente insostenible es, sencillamente, hacerse trampas al solitario. Hacerlo sobre modelos basados en cruceros pertenecientes a compañías radicadas en paraísos fiscales con banderas de conveniencia que infringen todo tipo de regulaciones en cuanto al uso de combustibles y que se apoyan, de nuevo, en modelos insostenibles, puede ser posiblemente legal, pero carece de todo sentido.

La tecnología debe servir no solo para facilitar la elección o reducir la incertidumbre al viajero, sino también para mantener una monitorización completa y exhaustiva del impacto de la actividad que permita adoptar en cada momento las medidas correctoras y limitantes correspondientes. Un planeta al que ya le cuesta mantener el número de habitantes actuales no puede permitirse, además, que varias veces al año, una porcentaje elevado de ellos se empeñen en intercambiar su localización. Si el transporte es una parte importante de nuestras emisiones, lo primero que tenemos que plantearnos es cómo racionalizarlo, no tratar de justificarlo alegremente para mantener modelos sin futuro y sin sentido, con el único objetivo de plantear la supervivencia a corto plazo de algunos empresarios.

En turismo, como en el resto de las industrias, no todo vale. Tras varias décadas planteando un modelo insostenible, es hora de recuperar la preocupación por lo verdaderamente importante. Es hora de recuperar el sentido común.


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