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La adquisición de Figma y el control sobre los monopolios

IMAGE: Figma

El anuncio de la adquisición de Figma, una herramienta colaborativa de diseño de interfaces en la web, por parte de Adobe por una cifra récord de veinte mil millones de dólares se está convirtiendo en una auténtica prueba para las autoridades regulatorias norteamericanas, que deberán ahora probar si la voluntad de detener la consolidación de monopolios en la industria tecnológica era en realidad algo serio o tan solo un argumento voluntarista de corto recorrido.

La adquisición, mitad en cash y mitad en acciones, es una de lsa más importante del panorama tecnológico tras la de WhatsApp en febrero de 2014 (que se anunció por 19,000 millones pero terminó cerrándose en 21,800), la de Slack en diciembre de 2020 o la de Red Hat en octubre de 2018; y valora la compañía en el doble de lo que lo hacía su última ronda de financiación, lo que supone un impresionante multiplicador de unas cincuenta veces su facturación anual. Mientras los mercados responden a la operación con críticas y con una fuerte caída de las acciones de Adobe, otros afirman que tiene sentido y que responde a la fuerte apuesta de la compañía por el diseño colaborativo en la nube, con la puesta a buen recaudo del principal competidor de una de sus herramientas, Adobe XD.

¿Qué sentido tiene adquirir a tu principal competidor? Básicamente, asegurarte el control de un mercado, precisamente lo que se supone que la administración Biden, con Lina Khan a la cabeza, quería evitar. Los mercados controlados de manera aplastante por una sola compañía posibilitan mucho de lo que hemos visto a lo largo de las últimas dos décadas: posiciones fuertemente dominantes que dan lugar a gigantes contra los que, simplemente, nadie puede plantearse competir, y que se dedican, en lugar de a innovar, a comprar o copiar todo lo que les parece que puede llegar a representar una amenaza.

¿Supone esto un problema para la innovación, o una delicia para los innovadores? La pregunta no es retórica: para los fundadores de Figma, Dylan Field y Evan Wallace, la adquisición supone convertirse en billonarios tras una década operando una compañía que Field comenzó tras abandonar sus estudios en 2012 con una beca de Peter Thiel, y para los accionistas de la compañía, unos retornos impresionantes de los que ya no abundan habitualmente. ¿Lleva esto a que más innovadores se lancen a iniciar proyectos y a que más inversores les apoyen a la espera de mega-adquisiciones de este tipo, o es más bien una forma de empobrecer el ecosistema evitando que esos proyectos puedan desarrollarse por si solos en el largo plazo y den lugar a más competidores? Es muy difícil saberlo, pero si nos atenemos a lo ocurrido en otros entornos tecnológicos, como la búsqueda o las redes sociales, la respuesta parece muy sencilla.

¿Cómo van a reaccionar los reguladores ante un anuncio de este tipo, el de una compañía ya de por sí dominante que adquiere a su principal competidor, y que ejemplifica precisamente la tendencia a la competencia monopolística? Es difícil saberlo, entre otras cosas porque Adobe, a pesar de ser una gran compañía, no estaba precisamente en el centro de su radar (su mayor adquisición había sido Marketo en septiembre de 2018 por 4,750 millones) como lo podían estar compañías como Meta, Alphabet y similares, y no tiene un efecto propagandístico tan fuerte como ellas. Pero aún así y todo, mi impresión personal es que ante el clima regulatorio actual, la adquisición, convertida en un evento con muchos ceros que genera de por sí mucho interés, será estudiada con muchísima atención por Lina Khan y, muy posiblemente, bloqueada en último término. Veremos si me equivoco.

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