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La lógica de las ciudades europeas

IMAGE: Paris Respire

David Belliard, político ecologista del ayuntamiento de París, anuncia en un hilo de Twitter una consulta sobre el proyecto de Zona Tranquila para el centro de la ciudad y el norte del Boulevard Saint-Germain, una iniciativa para convertir esas zonas en peatonales y prohibir el tráfico de tránsito a partir de 2022. Las calles de esas zonas quedarían limitadas para la circulación de vehículos de residentes, de transporte público o de reparto, y con prioridad para peatones, bicicletas y patinetes.

La iniciativa, al eliminar los vehículos que cruzan la zona sin detenerse allí, aliviaría muchísimo el volumen de tráfico y la contaminación, pero seguiría permitiendo el paso a residentes, personas con movilidad reducida, taxis, comerciantes locales, etc. Como ocurre en la mayor parte de los centros de las ciudades del Viejo Mundo, hablamos de zonas en cuyo diseño predominan calles antiguas de trazado estrecho, que no se adaptan a volúmenes de tráfico elevados y en las que los problemas de congestión y los conflictos de uso adquieren rápidamente proporciones significativas. Cerrar esas zonas al tráfico de tránsito supone, además de la posibilidad de reducir los niveles de contaminación y ruido, la recuperación de numerosos espacios para zonas verdes, como ocurre en el proyecto de rediseño de la avenida más icónica de la capital gala, los Campos Elíseos. La iniciativa abre un período de sugerencias que pueden ser enviadas a través de un formulario web, en las que los habitantes de la ciudad pueden plantear sus ideas al respecto.

El centro de París es particularmente adecuado para este tipo de políticas debido a que es un distrito particularmente bien comunicado por transporte público y cuyos habitantes tienden a poseer pocos automóviles. Además, está sujeto a un tráfico de tránsito particularmente intenso: más de 180,000 automóviles circulan a través de sus calles todos los días, más de diez veces el número de automóviles de sus residentes. La iniciativa se une a otra que prohibe la circulación de vehículos diesel en toda la ciudad a partir del año 2024, y de todos los vehículos de combustión interna a partir del año 2030, y a otra que ha convertido la ciudad en un paraíso para los usuarios de bicicletas.

Cada vez son más las ciudades que se plantean soluciones para romper con la idea de «la ciudad para los automóviles», y que tratan de reducir su fortísimo impacto en la calidad de vida de los habitantes. Ciudades con más zonas peatonales, con volúmenes de tráfico rodado mucho más reducidos, y en consecuencia, mucho menos contaminadas y ruidosas. Ciudades mucho más vivibles, más atractivas tanto para sus residentes como para turistas y visitantes, y en las que la calidad de vida crece de manera significativa.

El futuro de las ciudades, sobre todo aquellas que no fueron diseñadas originalmente para el uso de automóviles, es dejar de envenenar sistemáticamente a los que viven en ellas.


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