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La paradoja del autocorrector

IMAGE: Spell checker mistakes (in Spanish)

Recurro al viejo chiste del autocorrector ortográfico para reflexionar sobre cómo es posible que una función tan aparentemente sencilla como esa siga todavía anclada en una filosofía tan pobre como la de la comparación con un diccionario genérico, que sabemos que provoca tantos y tantos resultados incorrectos: en efecto, la comparación de una palabra tecleada contra una base de datos de palabras genéricas se deja muchas cosas en el tintero, y además, deja pocas oportunidades a la personalización.

¿Cómo es posible que en un tema como la escritura, en el que la mayoría de los usuarios cuentan con un importante archivo de textos escritos por ellos mismos sin más que abrir su proceso de textos, su correo electrónico o una red social, sigamos utilizando correctores completamente genéricos que únicamente aspiran, como mucho, a incorporar algunas de las palabras que el usuario utiliza habitualmente? ¿Cómo es posible que esos correctores no eliminen de manera completamente automática y sin siquiera molestar al usuario los tan habituales typos, los errores tipográficos que ocurren cuando se pulsa la tecla de al lado?

Un porcentaje elevadísimo de mis errores ortográficos son typos completamente accidentales. Esos, sinceramente, me irritan todavía más, porque me parecen todavía más sencillos de corregir. ¿De verdad cuesta tanto entender la disposición del teclado, y que cuando una palabra incorpora la letra de al lado en lugar de la que corresponde, debe ser corregida? Mis errores tipográficos más habituales son, por ejemplo, dar a la tecla «ñ» cuando quiero poner un acento, o a la «k» cuando pretendo escribir una «l». Esos son los mñíos (mira, este lo voy a dejar para demostrar que efectivamente es así 🙂 y resultaría enormemente fácil entenderlo con solo inspeccionar unos cuantos textos escritos por mí. Cada persona, imagino, tendrá los suyos, y los verá repetidos de manera más o menos habitual. También hay palabras que se me atraviesan y que, paradójicamente, uso muy a menudo, como escribir «emrpesa» en lugar de «empresa» (que ya tiene su gracia, siendo profesor en una escuela de negocios!)

¿Tan difícil es para un algoritmo de machine learning inspeccionar los textos de una persona, entender cuál es de verdad su vocabulario habitual y los errores más frecuentes que comete, y dejar de martirizarle con sugerencias incorrectas o con subrayados en rojo? Que sí, que obviamente ya sé que puedo añadir términos al diccionario, y que hasta puedo configurar sustituciones en mi procesador de texto habitual, pero en primer lugar, eso no lo hace casi nadie (será por algo), y además, solo funciona cuando lo hago en el programa para el cual lo configuré. ¿Por qué no poder tener nuestro propio corrector ortográfico a modo de asistente personal, que entiende qué teclas están al lado de qué otras en el teclado – y por tanto son errores más habituales, y en la mayor parte de los casos inconfundibles? ¿Y que lo haga, y además bien, para todos los idiomas en los que habitualmente escribo?

En plena época del RPA, o Robotic Process Automation, ¿no podemos de verdad hacerlo mejor a la hora de automatizar y personalizar un proceso como el de la escritura, en el que contamos con infinidad de ejemplos para poder adiestrar un algoritmo? Si nos vamos a pasar media vida delante de un maldito teclado, intentemos al menos que los errores más sencillos no se conviertan en una pérdida infumable de tiempo, ¿no?


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