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Las criptomonedas, las crisis y el futuro

IMAGE: Pete Linforth - Pixabay

Mi columna en Invertia de esta semana se titula «Las criptomonedas y el futuro» (pdf), y trata de concienciar al lector sobre la idea de que el hecho de que vivamos más o menos crisis, escándalos o caídas de compañías vinculadas con el fenómeno cripto, en la práctica, no tiene nada que ver con el futuro de las criptomonedas.

Evaluar las criptomonedas en función de su rendimiento económico a corto plazo como si fueran una inversión especulativa es una visión completamente limitada y absurda: que el 50% de las direcciones de bitcoin estén en pérdidas no quiere decir absolutamente nada más que estamos viviendo un ciclo bajista no solo en coyuntura económica, sino también en el proceso de determinación de valor del activo concreto, algo que ha ocurrido en otros momentos y que, además, volverá a ocurrir sin ningún género de dudas.

Las criptomonedas no son una inversión. No son acciones de una compañía. Son, simplemente, el futuro del dinero, o mejor, la digitalización del dinero para adaptarlo al mundo digital. El dinero tal y como lo conocemos es analógico, por mucho que algunos crean que hoy en día se reduce a apuntes electrónicos contables. Cuando alguien pregunta dónde está el dinero en una transacción con criptomonedas, en realidad, sabe perfectamente que la situación es análoga con la del dinero fiat, con los euros o los dólares: si tu dinero lo tiene un banco, no lo tienes tú, y lo único que tienes garantizado es lo que diga el fondo de garantía de depósitos correspondiente a tu jurisdicción. Pero en realidad, el billete no representa (ni mucho menos) un pedacito de oro guardado en un sótano, ni de ningún otro activo más que la confianza en la economía del país o banco central que lo emite.

Las criptomonedas funcionan igual: si suficientes personas lo ven como un sustituto adecuado para el dinero, el proceso de adopción continuará, y tendremos una economía no mediatizada por ningún tipo de estado o autoridad, sin inflación, infinitamente más transparente, con menos intermediarios y con menores costes de transacción. A medida que más personas abandonan la idea de especular con criptomonedas y empiezan a verlas como el futuro del dinero y su verdadera traslación a un entorno digital, más se aprecian, y ese proceso tiene muy poca vuelta atrás en términos de largo plazo. Especuladores los habrá siempre, como habrá siempre sinvergüenzas que toman los activos depositados por sus clientes, los invierten en productos de alto riesgo en otra compañía, y en el camino se compran veinte mansiones en Bahamas a nombre de sus padres. Pero eso son episodios, que el proceso absorbe en el largo plazo, y que terminarán no siendo más que un mal recuerdo, como lo es hoy la quiebra de Enron o la de algunos bancos. ¿Mt. Gox? ¿Terraform Labs? ¿FTX? ¿Genesis? Take it easy, recuerda la máxima fundamental («not your keys, not your coins«), y mira al largo plazo.

El ese futuro, hay dos escuelas de pensamiento: los que creen que lo mejor es tener una criptomoneda que no evoluciona, no cambia y mantiene su algoritmo inalterable porque no hay liderazgo para poner en marcha procesos de cambio, que adoran el bitcoin y están dispuestos a aceptar los problemas que genera a cambio de su inalterabilidad y ausencia de control; y los que prefieren una criptomoneda capaz de adaptarse a los tiempos, de reconocer problemas y solucionarlos, como es el caso de Ethereum.

¿Que mi cadena de bloques consume mucha energía, algo que no era una preocupación especialmente importante cuando la moneda nació? Pues cambiamos el algoritmo de consenso, la convertimos en más rápida y económica, y lo hacemos además en continuo, sin que deje de funcionar. ¿Que algunos exchanges quiebran por la razón que sea y no responden a los depósitos de los clientes? Pues creamos un algoritmo que permita comprobar su solvencia y la presencia de los fondos necesarios para cubrir esos depósitos, lo ponemos a prueba, y si sale bien, lo desplegamos. Frente al inmovilismo como garantía, la capacidad de liderazgo y la confianza en la comunidad de código abierto para solucionar problemas de manera dinámica.

¿Otras criptomonedas? Dado que el valor de una criptomoneda depende fundamentalmente de su nivel de adopción, buena suerte. Hay buenas ideas, por supuesto, pero el camino para convertirse en generalmente aceptadas está empedrado de buenas intenciones. En el futuro, la inmensa mayoría de las cosas funcionará con cadenas de bloques, lo que nos llevará a que haya herramientas para todo, algunas más especializadas y otras más generalistas. Pero de que la reinvención del dinero para por alguna criptomoneda, tengo pocas dudas: la digitalización no va a detenerse por muchas presiones, muchos tópicos y mucha resistencia que oponga el sistema a reemplazar.

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