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Sobre monopolios tecnológicos, en El País

IMAGE: "Monopolio sí, no, tal vez: las posibles sanciones a Google, Facebook, Apple o Amazon" - El País

Juan Diego Godoy me envió algunas preguntas por correo electrónico para hablar sobre el informe del Congreso de los Estados Unidos sobre el posible monopolio de las grandes compañías tecnológicas, y hoy publica su artículo titulado «Monopolio sí, no, tal vez: las posibles sanciones a Google, Facebook, Apple o Amazon» (pdf), en el que cita varios de mis comentarios.

Mi posición es similar a la que defiende este artículo en MIT Tech Review: que es necesario tomar medidas para reforzar una legislación antimonopolio completamente descafeinada desde la década de los ’80, Robert Bork y la administración Reagan, pero que el informe del Congreso sobre el tema hace un mal trabajo a la hora de justificarlo. ¿Se pueden tomar medidas contra las grandes tecnológicas? Sin duda, se puede y se debe. Pero pensar que esas compañías son intrínsecamente malas, que merecen un tratamiento diferente al de otros gigantes empresariales, o que de alguna manera han retorcido esas reglas es erróneo. Hablamos de un problema legislativo, de un déficit que ha beneficiado a muchas empresas en muchas industrias, que no es en absoluto exclusivo de la tecnología, y que debe reconducirse con pinceladas muy finas, no con golpes de brocha gorda.

A continuación, el texto completo de las cinco preguntas y respuestas que intercambié con Juan Diego:

P. El House Antitrust Report propone varias medidas al Congreso. Le pide que controle a Facebook, Google, Amazon y Apple (GAFA) así: dividiéndolos, limitando las fusiones futuras y bloqueando las negociaciones por cuenta propia que podrían dañar a los competidores. El informe también sugiere imponer restricciones, potencialmente incluso una prohibición, a futuras adquisiciones de las empresas. ¿Qué piensa de estas medidas? ¿Son adecuadas para controlar a los gigantes o al contrario, reducen la libertad de mercado y coartan la innovación?

R. El informe del Congreso, un trabajo de 450 páginas desgraciadamente repleto de errores de apreciación, tiene un problema fundamental: se enfoca únicamente en las grandes tecnológicas, en lugar de entender que el problema no está en ellas, sino en una legislación antimonopolio que fue enormemente debilitada por Robert Bork durante la administración Reagan, y que no ha funcionado ni en el ámbito tecnológico, ni en muchos otros. En ese sentido, las propuestas del informe referentes al refuerzo de los presupuestos y las funciones de la Federal Trade Commission y de la división antimonopolio del Departamento de Justicia tienen mucho sentido, pero a partir de ahí, las apreciaciones con respecto a posibles medidas para regular las big tech tienen mucho menos, y podrían provocar verdaderos problemas de viabilidad y de lógica empresarial en compañías que han generado un gran nivel de bienestar y que, en muchos casos, son muy apreciadas por los usuarios. Restringir las adquisiciones puede tener sentido cuando algunas compañías han alcanzado un nivel de poder que les permite controlar la innovación de toda una industria, pero convertir esa medida en un axioma inamovible puede resultar completamente absurdo. Que Facebook pueda adquirir o copiar cuantas veces quiera a otras compañías para capturar cualquier atisbo de crecimiento en su área es algo demencial y que debe ser puesto bajo control, pero hay otras adquisiciones que no solo no son anticompetitivas, sino que incluso potencian una tecnología determinada. Este tipo de cuestiones hay que regularlas con trazo muy fino, nunca a brochazos.

P. Hay quienes comparan el nivel de poder de las Big Tech (GAFA) con el poder que tenían las industrias petroleras y de acero, por ejemplo, en el siglo pasado. ¿Considera que es una comparación justa? ¿Confirmaría esto que el monopolio siempre ha existido y existirá?

R. Hay que entender que ser grande no implica necesariamente ser un monopolio o comportarse como tal. Ser grande es el resultado de un éxito empresarial, de una propuesta de valor buena o de una adecuada sintonía con el mercado. Crecer no es malo, y tener éxito, menos aún. Lo que la legislación debe proteger no es que una compañía alcance una cuota de mercado muy elevada, porque eso puede ser simplemente el resultado de hacer las cosas muy bien. Lo que la ley debe proteger es que esa compañía exitosa trate de restringir las posibilidades de sus competidores mediante maniobras abusivas. Dominar la búsqueda es perfecto, pero atacar a las compañías especializadas en determinados mercados (viajes, hoteles, restaurantes, etc.) mediante maniobras específicamente diseñadas para perjudicarlas, lógicamente, no debe serlo tanto, y merece una protección legal.

P. Es muy poco probable que las recomendaciones del House Antitrust Report se hagan efectivas de inmediato, pues todas las miradas están fijadas en las elecciones. Sin embargo, que gane Trump o Biden sí que definirá las acciones a tomar. ¿Qué candidato considera que podría adaptarse a las medidas del informe con mayor rigidez? ¿Por qué?

R. Todo indica que los republicanos, incluso un republicano relativamente heterodoxo como Donald Trump, prefieren compañías grandes y poderosas que actúen sin demasiadas restricciones, y que sea el mercado el que se regule solo. Los demócratas están más por la idea de que ese mercado no es capaz de regularse completamente y precisa de más controles, algo que, paradójicamente, tiende a proteger a esos mercados. Los mercados necesitan ser protegidos de sí mismos, el capitalismo neoliberal y la escuela de Chicago ya han sido rechazados incluso por lobbies empresariales como la Business Roundtable, que agrupa a los CEOs de las compañías norteamericanas más grandes y poderosas. Sin duda, el efecto de Donald Trump sería negativo, más abusos y más descontrol, y el de Joe Biden positivo, más intentos de poner sentido en una regulación muy necesaria para evitar la desprotección del ecosistema de empresas incipientes y de los consumidores.

P. El próximo año, todas las medidas que se tomen llevarán la sombra del coronavirus y de la crisis económica que arrastra. ¿Considera que la pandemia será un obstáculo o un motivador para implementar sanciones, restricciones contra estas grandes empresas y cambios fundamentales en la legislación —como la Ley Antimonopolio?

R. Este tipo de medidas tienden a ser muy poco coyunturales. Hablamos de cambios en la legislación diseñados para perdurar durante muchas décadas: la Glass-Steagall Act que obligaba a separar las actividades de la banca comercial de la banca de inversión, por ejemplo, data de 1933, y resistió hasta 1999. La pandemia no debería influir demasiado en ese entorno legislativo, y si lo hace, será planteando que pueda abrirse más el mercado a la entrada de nuevos competidores, no de cara a la protección de los competidores gigantescos que ya hay.

P. ¿Considera que Apple, Amazon, Facebook y Google caen en prácticas monopolísticas? ¿Por qué sí o por qué no?

R. Sin duda, hay casos en los que las big tech han incurrido en prácticas monopolísticas que deberían haber sido restringidas. Cuando Microsoft fue objeto de denuncia por parte del gobierno norteamericano por abusar del poder que le otorgaba su dominio aplastante de los sistemas operativos, por ejemplo, es evidente que la compañía nunca debió ser absuelta. Cuando Google adquirió DoubleClick en 2007, momento en el que el líder de publicidad search adquirió al líder en publicidad display, todo el mundo sabe que esa transacción no debió haber sido permitida. Cuando Facebook adquirió a Instagram simplemente «porque crecía mucho», o cuando intentó adquirir a Snapchat y, tras la negativa de esta, trató en hasta cinco ocasiones de copiar su producto hasta conseguirlo con Instagram Stories, parece claro que ese comportamiento debería ser, como mínimo, limitado. Hay numerosos casos en los que el comportamiento de las big tech, como el de otras muchas empresas grandes fuera del ámbito de la tecnología, ha sido de competencia abusiva o monopolística. Tratar de ejercer un cierto control sobre estos casos aislados tiene mucho sentido. Pero pasar de eso a demonizar a unas compañías que deben su éxito fundamentalmente a haber hecho bien las cosas, haber investigado más que otros y, sobre todo, que han generado una gran cantidad de valor muy apreciado por todos los ciudadanos, es algo que no tiene demasiado sentido.


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