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Sobre transhumanismo, neuronas y cerebros

IMAGE: El hombre y la máquina - Ethic

Luis Meyer me llamó para hablar sobre transhumanismo y sobre la convergencia entre personas y máquinas, para una revista que me encanta, Ethic, y su reportaje se publicó el pasado día 30 bajo el título «El hombre y la máquina» (pdf).

La idea que quise compartir con Luis es una a la que llevo mucho tiempo dándole vueltas y que me pille muy a caballo entre mi formación original como biólogo que tuvo oportunidad de estudiar con detalle los mecanismos de la sinapsis neuronal, y con mi posterior especialización en sistemas de información: la diferencia entre los mecanismos de conexión interneuronales que conocemos de la neurofisiología humana y las conexiones digitales.

De una manera muy básica, una sinapsis es una conexión entre neuronas para la transmisión de un impulso nervioso que se establece mediante un enlace químico-eléctrico, cuando la dendrita de una de ellas libera en el espacio sináptico una serie de neurotransmisores (principalmente noradrenalina y acetilcolina) que excitan o inhiben receptores en la superficie del axón de la neurona receptora.

La naturaleza de este enlace es enormemente compleja en comparación con las simples conexiones eléctricas que se establecen para muchas otras funcionalidades fisiológicas, y muchísimo más que las que establecemos en el mundo digital. Y si bien conocemos perfectamente la naturaleza y características de la sinapsis neuronal, no está tan clara su racionalidad desde un punto de vista filogenético y evolutivo: ¿por qué razón nuestras neuronas establecen una unión tan compleja en lugar de simplemente transmitir el impulso eléctrico de manera directa? ¿Qué racionalidad evolutiva tiene un mecanismo como ese?

Tecnológicamente, la mera aplicación de la ley de Moore nos lleva a que, muy posiblemente, podamos replicar un sistema con un número de conexiones similar al que tendría el cerebro de algunos animales en no mucho tiempo. Sin embargo, aunque seamos capaces de replicar ese marco de actuación y de codificar en él, por ejemplo, los circuitos neuronales redundantes que conforman un recuerdo, careceríamos no solo de la capacidad tecnológica para dar forma a esas conexiones siguiendo el esquema de una sinapsis, sino también de la de comprender las razones por las cuales esas conexiones se establecen de esa manera.

Desde un punto de vista funcional, un cerebro humano tiene sus obvias limitaciones – olvidamos cosas con facilidad, por ejemplo, o las recordamos distorsionadas en otras ocasiones – pero resulta enormemente eficiente para muchas funciones. Una máquina puede funcionar como apoyo a la funcionalidad de ese cerebro y, obviamente, es algo que hacemos todos los días, pero mi impresión es que estamos aún dimensionalmente lejos de que esa máquina sea capaz de actuar como uno, desde un punto de vista de simple arquitectura funcional. Y mientras no alcancemos a comprender las razones por las cuales las neuronas en un cerebro se comunican de esta manera, ya ni siquiera de alcanzar tecnológicamente a replicar esas conexiones, creo que estaremos todavía lejos de la idea de llegar a replicar el funcionamiento de un cerebro.

La tecnología creada por el hombre ha sido, sin duda, capaz de cambiar de manera importantísima su entorno, algo que ha influenciado drásticamente la esencia y las características de la civilización humana. Pero las características de la propia especie humana, aunque nos estamos aproximando a entender muchas de ellas y a lograr incluso alterarlas cuando funcionan mal, siguen siendo diferenciales, y aparentemente inalcanzables. El transhumanismo tiene elementos muy atractivos e interesantes, sí, pero creo que estamos aún muy lejos de ser capaces de llegar a materializar alguna de las hipótesis que propone.

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