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Telegram y la cuadratura del círculo

IMAGE: Telegram squaring the circle - E. Dans (CC BY)

La cuadratura del círculo, la tarea de construir con una regla y un compás un cuadrado que posea un área igual a la de un círculo dado, es uno de esos grandes problemas matemáticos irresolubles a los que hacemos referencia cuando consideramos que algo representa un problema muy difícil o imposible de resolver.

Que Telegram es una compañía con una evolución muy interesante, que alcanza ya los quinientos millones de usuarios activos en todo el mundo, y que su creador, Pavel Durov, es una persona especialmente brillante y motivada a la hora de enfrentarse a problemas son hechos que tienen, como tales, poca discusión. Desde su lanzamiento en agosto de 2013, Telegram ha mantenido un crecimiento sumamente interesante, y ha sido financiado íntegramente por su fundador, que salió de su anterior creación, VK, con trescientos millones de dólares en el bolsillo.

Por el momento, todo indica que la jugada le está saliendo muy bien: cuando su competencia más directa, WhatsApp, alcanzó una cifra similar de usuarios activos a nivel mundial, recibió una oferta de adquisición por parte de Facebook cifrada en unos 19,000 millones de dólares. Con que simplemente considerásemos esa cifra como un comparable adecuado a efectos de valoración, ya estaríamos hablando, sin duda, de un multiplicador enormemente interesante para los hermanos Durov.

Pero los hechos parecen indicar que hablamos de valoraciones muy superiores: la compañía acaba de levantar mil millones de dólares mediante la venta de bonos convertibles de cara a su eventual salida a bolsa con participación de inversores como Mubadala y Abu Dhabi Catalyst Partners, y algunas de las ofertas que la compañía rechazó anteriormente situaban su valoración en torno a los 30,000 ó 40,000 millones de dólares. Posiblemente, algo tenga el agua cuando la bendicen. Pero Durov, además, tras la dolorosa experiencia con VK, no tiene ningún interés en vender Telegram ni en casarse de manera excesivamente comprometida con ningún inversor que pueda, en algún momento, plantearle problemas similares a los que vivió entonces, y que terminaron con su salida no solo de la compañía, sino hasta de su país.

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Lo que está claro es que el reto de monetizar una aplicación de mensajería instantánea, por mucho que tenga quinientos millones de usuarios y creciendo, no es sencillo, como bien sabe Facebook y sus esfuerzos por tratar de poner WhatsApp en valor, algunos de los cuales llevan precisamente a muchos de sus usuarios, desde hace algún tiempo, a salir huyendo y buscar refugio en Telegram.

¿Cuáles son las opciones? Lógicamente, la publicidad, la gestión de los datos generados por los usuarios, y el pago de una cuota. Y en el caso de la mensajería instantánea, las experiencias previas parecen indicar que ninguna de ellas resulta especialmente sencilla. La publicidad, porque nadie parece pensar que el programa que utiliza para hablar con sus amigos o familia sea un lugar adecuado para encontrarse con interrupciones publicitarias. La gestión de los datos, porque cada día genera percepciones más siniestras y sensación de estar siendo espiado o perseguido. Y las cuotas… porque ya sabemos la que se lió en algunos países cuando WhatsApp, hace muchos años, intentó cobrar a los usuarios tan solo 89 céntimos de euro: vale, eran otros tiempos, estábamos menos acostumbrados a pagar por las aplicaciones que nos generan un valor, etc., pero no olvidemos una cosa: la mensajería instantánea es un entorno sumamente competitivo, hay muchas opciones, y aunque estén muy sujetas a las economías de red – no te vas a una plataforma de mensajería instantánea en la que no están tus amigos y conocidos – tampoco resulta imposible pensar en cambiarse.

¿Qué pretende hacer Pavel Durov con Telegram? Sencillamente lo que comentábamos al principio: cuadrar el círculo. Y sobre todo ahora, que ya tiene unos inversores y una deuda convertible de bastante buen tamaño de la que responder. ¿Pero cómo se convierte una aplicación de mensajería instantánea que llevas financiando tú mismo siete años, por muchos quinientos millones de usuarios activos que hayas logrado que tenga, en algo que tenga sentido económico y genere dinero sin provocar el rechazo de sus usuarios?

Tras el fracaso de su intento de lanzar una criptomoneda el pasado 2018 debido a la demanda interpuesta por la SEC norteamericana, lo que Durov intenta, aparentemente, es combinar las piezas que tiene a su alcance de una manera que tenga sentido: publicidad sí, pero no en los chats privados de los usuarios, sino en los grandes canales asimétricos, donde puede resultar más aceptable dado el paralelismo con un medio de comunicación masivo. Publicidad, además, respetuosa y con posibilidad de opt-out, aunque Durov cree que será aceptada como una manera de dotar de sostenibilidad a esos canales de información.

¿Uso de los datos de los usuarios para la administración de esa publicidad? No, porque eso impediría que Telegram marcase distancias con su principal competidor, WhatsApp, y conectaría con los miedos ya prácticamente atávicos de muchos de sus usuarios, que cada vez más, huyen de aquellas plataformas en las que sienten que su privacidad se ve amenazada.

Finalmente, los pagos. Y en este caso, lejos de plantear un pago por uso sin más, la idea parece ser la de convertirse en plataforma para creadores de contenidos, donde estos puedan ser capaces de monetizar sus creaciones obteniendo pagos de sus seguidores en forma de donaciones o suscripciones, un mecanismo que la plataforma podría facilitar, y que daría lugar a ingresos por comisiones.

Un «sí pero no» en el que Durov parece tener las cosas razonablemente claras, y en un entorno en el que ha demostrado una notable facilidad para seguir una hoja de ruta y generar un producto de calidad razonable. Si lo consigue, sería, en efecto, la cuadratura del círculo: ser capaz de acertar donde muchos otros han fallado o han cosechado un rechazo expreso de sus usuarios.

Veremos si le sale bien.


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