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Tumbarse a ver… ¿las estrellas?

IMAGE:  Casey Horner - Unsplash

Todo indica que eso de tumbarse por la noche en el campo a ver las estrellas es una actividad que va a cambiar mucho próximamente. Cada vez más, el número de objetos que pasarán por encima de nuestras cabezas con aspecto de estrellas brillantes está incrementándose, hasta el punto de complicar la vida a los aficionados y estudiosos de la astronomía.

Una compañía aeroespacial de Texas, AST SpaceMobile, se dispone a lanzar su satélite BlueWalker 3, que tiene una particularidad con respecto a muchos otros satélites anteriores: su enorme tamaño. Como el CEO de la compañía, Abel Avellan, afirma, el satélite es «Made in TX— size matters!», y con su antena completamente desplegada mide nada menos que sesenta y cuatro metros cuadrados, lo cual lo convertirá, gracias a la reflexión de la luz del sol, en uno de los objetos más brillantes que podrán ser observados en el cielo nocturno. El satélite es un prototipo para poner a prueba lo que será su red de telecomunicaciones, consistente en un total de 243 satélites como ese en órbita terrestre baja (LEO), algo que le ha generado algunas discusiones con la NASA.

Al tiempo que esta compañía replantea las constelaciones de satélites en órbita baja, el líder de la industria, Starlink, sigue utilizando la capacidad no vendida de los constantes lanzamientos de los cohetes de su matriz, SpaceX, para incrementar cada vez más su flota, que supera ya las tres mil unidades y que pretende llegar hasta las 42,000. Pero además de seguir con sus lanzamientos de satélites como si no hubiera un mañana, los ha rediseñado para hacerlos sensiblemente más grandes y pesados, lo cual viene a reforzar las críticas que muchos observadores del cielo nocturno hacían al proyecto desde sus inicios: las hileras de satélites pasando pueden resultar muy visuales si estás simplemente entretenido mirando al cielo por la noche, pero su brillo puede impedir la observación de muchos otros fenómenos.

Y si ponemos al líder del mercado aeroespacial del momento, la Starlink de SpaceX lanzando miles de satélites, y a una pequeña compañía de Texas que afirma que ellos «no son unos cuantos cowboys lanzando satélites» con sus monstruos de sesenta y cuatro metros cuadrados, tenemos que pensar que en el medio hay muchísimas otras compañías en muchos otros países, todas ellas lanzando activamente objetos a la órbita baja del planeta, sin prácticamente regulación válida al respecto más allá de la que les planteen sus autoridades nacionales (encantadas, en muchos casos, de anunciar que su país apunta a ser «la próxima gran potencia aeroespacial»).

El resultado en no mucho tiempo, dada la enorme reducción de las barreras de entrada a la actividad, puede ser completamente demencial, y cambiar totalmente la experiencia de mirar al cielo por la noche. Pero al tiempo, hace verdaderamente difícil el trabajo, por ejemplo, de la exploración aeroespacial o de vigilancia de asteroides y otros cuerpos estelares que puedan tener rumbos de colisión con nuestro planeta, algo que obviamente no pasa todos los días, pero que sí conviene, dadas sus potenciales consecuencias, tener bajo control.

Si quieres salir a tumbarte al campo o a cualquier zona con poca contaminación lumínica una noche despejada, hazlo pronto, porque vas a alucinar en modo «romanticismo post-moderno» con la cantidad de cosas brillantes que no son estrellas y que vas a ver pasando por encima de tu cabeza…

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