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Un cerebro lleno de palabras, una apasionante reflexión sobre las palabras y nuestra relación con ellas

Un cerebro lleno de palabras. Por Mamen Horno Chéliz. Plataforma Editorial (14 de febrero de 2024). 184 páginas.

Desde que puedo recordar me ha fascinado la relación entre el lenguaje y el cerebro, cómo afectan las palabras que manejamos lo que pensamos y cómo afecta lo que pensamos a las palabras que utilizamos. Por eso devoré este libro, estupendamente escrito.

Por eso y porque alguien muy cercano con cada vez mayores problemas para comunicarse una vez nos lo intentó explicar diciendo «he perdido muchas palabras», algo de lo que habla el libro.

Aunque para poder perderlas primero hay que adquirirlas, algo a lo que están dedicados los dos primeros capítulos del libro, que explican lo que la ciencia nos dice acerca de cómo y dónde almacenamos las palabras en el cerebro y cómo entran en él. Al leerlos entenderás por qué a veces cuando estás buscando una palabra te salen otras que suenan parecido o que están relacionadas de alguna manera pero no esa que necesitas en ese momento.

Sí, eso de tenerlo en la punta de la lengua. O, como se dice cada vez más a menudo en mi cuadrilla, esa sensación que nos lleva a decir con cierta frecuencia y no poca sorna «¿os acordáis de cuando hablábamos todo seguido?» Lo que nos lleva al tercer capítulo, dedicado a la pérdida de las palabras y sus distintas causas.

De ahí la autora pasa a la relevancia que tiene que escojamos unas palabras y no otras al hablar o escribir. Pero no sólo porque las utilizamos para comunicarnos sino también porque el que usemos unas y no otras explican cómo entendemos el mundo; como influyen en nuestra salid mental; y cómo mediatizan nuestras relaciones sociales. Y eso incluye las llamadas palabras malsonantes, que por supuesto también tienen su función.

Termina con un capítulo dedicado a reflexionar acerca de si es posible pensar sin lenguaje. O incluso acerca de si tienen palabras los cerebros no humanos.

Aunque en realidad el colofón lo pone el epílogo, que redondea un libro magnífico al que el único pero que puedo ponerle es que le faltan palabras; que es demasiado corto.

Llegué a él gracias a un tuit de Irene Vallejo que dice

Mamen fue mi profesora —jovencísima— en la Universidad de Zaragoza. Este libro me recuerda por qué me dejó huella. Reflexiona —con aquel entusiasmo inolvidable— sobre las palabras, acerca de nuestra manera de poseerlas, de perderlas, de amarlas, de afilarlas, de pensar y sentir con ellas.

Y que suscribo al 100 % o más. Qué maravilla de libro.

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