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Netflix como creador y transmisor de fenómenos culturales

IMAGE: Tumisu - Pixabay (CC0)

El 2020 es un buen año para reflexionar sobre el impresionante poder de Netflix, la primera televisión verdaderamente global de nuestro tiempo, con ya 167 millones de suscripciones en todo el mundo, lo que supone una llegada a muchísimos más usuarios no solo estimando el número de personas por hogar, sino también el porcentaje de usuarios que comparten su contraseña con otros miembros de su familia. En los Estados Unidos, ya antes de la pandemia, Netflix emitía más de cien millones de horas de vídeo por día, concentraba el 10% del tiempo dedicado al consumo televisivo, y era capaz de convertir algunas de sus series en auténticos fenómenos culturales.

En el año en el que más tiempo nos tuvimos que quedar en casa y en el que se convirtió en una parte central del ocio de mucha gente, la compañía presentó unos números impresionantes: en los dos primeros trimestres del año añadió 15.77 y 10.09 millones de suscriptores, y aunque descendió a 2.2 millones en el tercero, sus acciones se apreciaron un 60%, lo que la lleva a una capitalización de casi 235,000 millones de dólares. Con la acción a $529, algunos analistas ya sitúan su precio objetivo a $670, lo que la llevaría a una hipotética valoración de 295,000 millones de dólares.

Pero más allá de sus parámetros económicos, lo interesante es observar ese valor de Netflix a la hora de crear y consolidar fenómenos culturales: en 2018, me llamó la atención un artículo que vinculaba la aparición de un actor o actriz en una serie de Netflix con el incremento de popularidad de sus cuentas en redes sociales, y apuntaba a la compañía como la fábrica de toda una nueva generación de iconos con popularidad global. Ahora, veo otro que relaciona algunas de las series de Netflix más populares últimamente con el interés en búsquedas y las ventas de determinados artículos: el interés por el ajedrez y las ventas de tableros vinculado con el éxito de «Queen’s Gambit«, el repunte en búsquedas sobre Michael Jordan a raíz de la emisión de «The Last Dance«, o el incremento en discusiones y búsquedas relacionadas con los problemas derivados del uso de redes sociales tras el estreno de «The Social Dilemma«, entre otros casos.

¿Cuál es el valor de un canal con una audiencia global repartida entre 190 países (todos los del mundo excepto China, Corea del Norte, Crimea y Siria), que consume casi el 15% del ancho de banda global, y que es capaz de crear y alimentar fenómenos culturales como los citados y muchos más? Obviamente, el mérito de Netflix no es únicamente crear y distribuir contenidos: es, fundamentalmente, el hacerlo mediante un sistema de algoritmos de machine learning capaz no solo de recomendar el contenido más adecuado a cada usuario, sino incluso de jugar un papel a la hora de servir como guía para planificar su producción.

Además, los patrones de consumo creados por la propia compañía y su práctica de poner a la disposición de los usuarios todos los capítulos de una serie a la vez para posibilitar el llamado binge watching han dado como resultado un efecto todavía más adictivo, casi hipnótico: en muchos casos, cuando vemos una serie en Netflix, dedicamos a ello una buena parte del día y distrae nuestra atención casi por completo. El resultado de todo ello es una estrategia basada en analítica de datos y visión a largo plazo que llevan a la compañía a, por un lado, economías de escala y de aprendizaje crecientes en producción que le permiten convertirse en la compañía con más nominaciones a premios de la industria, y por otro, obtener unos resultados económicos cada vez mejores.

Cada vez más, los criterios de Netflix a la hora de producir y servir contenidos consolidan la atención global. ¿Cuánto vale y qué posibilidades ofrece un canal así?


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