
Un working paper publicado el año pasado por el Fondo Monetario Internacional y comentado en su blog hace referencia a la posibilidad de utilizar el historial de navegación de un usuario para evaluar su capacidad crediticia o credit score, una variable fundamental que determina desde el límite de las tarjetas de crédito que puedes solicitar, hasta la posibilidad de obtener la aprobación de un crédito de determinada cantidad por parte de una entidad financiera.
En la práctica, la idea es poco más que una reflexión acerca de cómo las compañías tecnológicas pueden acceder fácilmente a datos escasamente estructurados pero de elevada calidad, desde las características del navegador y del hardware hasta el historial de navegación, de búsquedas o de compras online, con los que se pueden alimentar algoritmos que permitan determinar la capacidad crediticia de un usuario de manera mucho más precisa que con el tipo de datos a los que suelen recurrir las instituciones financieras tradicionales. El estudio diferencia el aporte de las innovaciones en la obtención de información que estas compañías tecnológicas pueden tener a su alcance, de las innovaciones en la interacción y en el canal de distribución, que apunta a la sustitución de las sucursales de la banca tradicional por aplicaciones de mensajería instantánea.
El uso de métricas de capacidad crediticia en las instituciones financieras tradicionales suele pecar habitualmente de un enorme simplismo, que genera situaciones en algunos caso injustas y en otros casos, simplemente absurdas. Recuerdo perfectamente mis impresiones, al llegar a los Estados Unidos con un sueldo razonable que me ingresaba una compañía española, y comprobar cómo las únicas tarjetas de crédito que me ofrecían eran para estudiantes, con un límite puramente testimonial con el que no tenía posibilidad alguna de afrontar los gastos que necesitaba para organizar mi vida allí, y cómo mi única posibilidad vino de hackear el sistema consiguiendo que una entidad crediticia «importase» a los Estados Unidos mi historial crediticio de los últimos años en España y avalase mi solvencia. La situación era completamente absurda: era una persona perfectamente solvente y que podía demostrarlo fehacientemente con suma facilidad, pero el sistema se limitaba a criterios que se negaban a reconocerlo, como sucedía cuando me decían que no podían tener en cuenta los ingresos que provenían de compañías no estadounidenses, con todo lo que ello podía conllevar.
¿Habría aportado algo a mi evaluación crediticia el contar con datos sobre mi uso de la red? Posiblemente sí, dado que en aquel momento, simplemente el uso de internet era una variable que tendía a indicar cierto poder adquisitivo, pero lógicamente, el acceso a esos datos habría tenido potencialmente un gran impacto sobre mi expectativa de privacidad. A día de hoy, es muy posible que del tipo de datos generado por un análisis de variables como la navegación, el hardware utilizado o las compras llevadas a cabo a través de la red puedan obtenerse correlaciones que permitan evaluar la capacidad crediticia de una persona, aunque aparentemente no tenga por qué intuirse una relación directa. Otra cosa, obviamente, es que la persona vaya a estar de acuerdo en proporcionar esos datos para un tipo de uso que puede determinar algo tan crítico como su acceso al crédito. Pero en muchos casos, como cuando una compañía ofrece un medio de pago de algún tipo, esos datos o metadatos relacionados pueden llegar a ser relativamente sencillos de obtener.
Pero más allá de las posibles medidas que pudiesen plantearse para anonimizar esos datos o para procesarlos de manera respetuosa, ¿cuentan las grandes compañías tecnológicas con un acceso mucho más sencillo a datos susceptibles de ser utilizados para valorar la capacidad crediticia de un usuario, y con canales de comunicación mucho más convenientes de cara a una interacción relacionada con la oferta de productos financieros? Francamente, la pregunta parece muy fácil de responder, y justifica por sí sola muchos de los temores que la banca tradicional puede tener con respecto a las grandes compañías tecnológicas en el futuro.
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