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Google lanza Gemini… y vuelve a no impresionar

IMAGE: Google

Google anuncia el lanzamiento de Gemini, su respuesta a ChatGPT y según ellos mismos su LLM más ambicioso, y aparentemente, a pesar de lo grandilocuente del lanzamiento y de las declaraciones de Sundar Pichai y Demis Hassabis, vuelve a defraudar como ya lo hizo anteriormente con el lanzamiento de Bard.

Según TechCrunch, «no es el modelo generativo que esperábamos«, y menos después de haber reorganizado todas las divisiones dedicadas a la inteligencia artificial dentro de Google. Para The Information, el producto «no está listo todavía» y «es comparable a lo que OpenAI lanzó hace ahora un año«. Y de hecho, el mercado ha respondido al anuncio del lanzamiento con una caída del valor de las acciones de la compañía, porque «los inversores saben cuando algo no es gran cosa».

El problema, muy posiblemente, esté en la gestión de expectativas. Si te lleva todo un maldito año poner en marcha y lanzar un producto en una categoría en la que se suponía que eras el líder absoluto y en el que te dejaste adelantar por una startup bien capitalizada, lo que lances tras ese año tiene que ser algo impresionante, diferente y brutal, que no deje a nadie indiferente. Si en su lugar lanzas un producto con tres niveles pero dices que el superior, Ultra, no va a estar disponible hasta enero como muy pronto, y dejas como demostración un vídeo de una conversación bastante trivial con un agente interactivo afirmando que son «nuestras interacciones favoritas con Gemini», la cosa se queda en que «bueno, Google también tiene algo parecido», pero no va mucho más allá, y definitivamente, por mucho que se asegure que pertenece a «una nueva clase» o que se detallen sus especificaciones técnicas o el número de procesadores que utiliza.

Es, básicamente y como ya dije en su momento, un problema de liderazgo y de dilema del innovador: una compañía convencida, dispuesta a tomar riesgos y con una oferta de nube que se beneficia de todo incremento de actividad en el uso de una algoritmia generativa que supone comparativamente un fuerte incremento de las necesidades de recursos de computación, frente a otra que estaba cómodamente instalada en su liderazgo y que, por haber sido pillada dormida al volante, se encuentra ahora en la extraña situación de tener que ser quien reacciona a los movimientos de otros. Y que además, cuando reacciona, lo hace con escasa convicción, sin integrar demasiado su oferta en sus productos principales y sin presentar nada que realmente sea capaz de impresionar tanto a los que entienden del tema, como a los legos en la materia.

Por el momento, las integraciones anunciadas de Gemini en productos de Google se reducen a AlphaCode 2, que es un producto que solo pueden juzgar desarrolladores, al chatbot Bard, que tenía un uso muy reducido frente al ubicuo ChatGPT, que sigue manteniéndose como uno de los servicios de más rápido crecimiento de la historia de la tecnología, y al smartphone Pixel 8 Pro, pero en su versión Nano, la más baja.

Y mientras ChatGPT sigue creciendo – y no crece más porque la propia compañía ha decidido pausar las altas en su ChatGPT-4 debido a su alta demanda – todo indica que lo único que ha conseguido por el momento Google es situar a Gemini como uno más en la lista de alternativas a ChatGPT. Que no es poco en los tiempos que corren, pero definitivamente, no lo que esperábamos de la compañía que ya en 2014 afirmaba que la inteligencia artificial era la clave del futuro.

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