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Células cerebrales que aprenden a jugar Pong, la última hazaña alcanzada por la ciencia

Células cerebrales que aprenden a jugar Pong, la última hazaña alcanzada por la ciencia

Dentro de la gama de videojuegos retro, uno de los más populares y que abrió el camino a este mundo fue Pong.

En este juego de dos dimensiones, que simulaba el tenis de mesa, el jugador debía controlar una paleta moviéndola de arriba abajo en función de la dirección que tomara el punto que representaba la pelota de ping pong devuelta por el oponente, el cual podía ser la computadora u otra persona.

Con el paso del tiempo este juego fue siendo desplazado por otros títulos que ofrecieron una mejor calidad tanto en gráficos como en dinámica. Sin embargo, 50 años luego de su lanzamiento, parece que Pong ha salido del letargo para ser puesto al servicio de la ciencia en un intento por determinar cuántas neuronas serían necesarias para aprender a jugar un videojuego.

En ese sentido, un equipo de investigadores pertenecientes a la compañía de biotecnología australiana Cortical Labs ha sido noticia por estos días al conseguir que un grupo de 800 mil células cerebrales aprendieran a jugar Pong.

A pesar de no estar presentes en el cuerpo humano estas neuronas parecen estar implícitamente dotadas de inteligencia. Es así que los científicos pudieron demostrar que las neuronas no solo eran capaces de jugar Pong sino también que tenían la capacidad de adaptarse y mejorar su desempeño cuanto más tiempo pasaban jugando.

Para llegar a estos resultados los científicos crearon una simulación parecida a un juego colocando células madre humanas junto con células embrionarias de ratón en un plato, todo preparado para capturar y propiciar la actividad eléctrica de las células.

Esto permitió que luego pudieran crear en el plato un entorno que replicara la dinámica del juego Pong, a la cual asignaron el nombre de DishBrain, y donde enviaron entradas a los electrodos para simular la presencia de una pelota de ping-pong.

Todo esto hizo posible que los científicos pudieran registrar en tiempo real la respuesta de las células, la cual fue procesada desde la perspectiva de si lograron o no interceptar la pelota.

Tras un total de 486 juegos jugados, los científicos determinaron que cuanto mayor tiempo las células pasaban jugando pong mejor era su desempeño. De manera que al final, tanto el cultivo de células humanas como el de las células de ratones incrementaron sus aciertos en el servicio inicial, logrando así extender los rallies.


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