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El increíble LiDAR menguante

IMAGE: Velodyne

El término LiDAR proviene originalmente de la mezcla de las palabras Light y Radar, aunque también responde a acrónimos como «light detection and ranging» o «laser imaging, detection, and ranging», o en ocasiones sustituido por el término «3-D laser scanning». Fundamentalmente, hablamos de un método con aplicaciones terrestres, aéreas y móviles, para medir rangos de distancias iluminando el objetivo con luz láser y midiendo la reflexión con un sensor, de manera que las diferencias en los tiempos de retorno del láser y las longitudes de onda pueden utilizarse para hacer representaciones digitales en 3D del objetivo.

La popularización del conocimiento de la tecnología LiDAR llegó con la aparición de los primeros vehículos autónomos, caracterizados por llevar lo que Chris Urmson, primer director del proyecto de vehículo autónomo de Google, describió como «un cubo de Kentucky Fried Chicken giratorio». En aquel momento, en el año 2015, un LiDAR costaba nada menos que 75,000 dólares, y se consideraba el mayor problema de cara a la posible popularización de los vehículos autónomos.

La historia y la evolución del LiDAR, sin embargo, puede considerarse representativa de muchos de los conceptos que suelen sorprender a las personas ajenas al área tecnológica: ya en 2018, algunos observadores lanzaban predicciones de abaratamiento y mejora de prestaciones para el LiDAR que parecían auténtica ciencia-ficción, pero a principios de 2020, el líder de este segmento, Velodyne, puso en el mercado un sensor de LiDAR por cien dólares. Basta ver la página de la compañía con su comparación de productos para apreciar hasta qué punto el LiDAR ha ido reduciéndose en tamaño, mejorando sus prestaciones y reduciendo su precio.

Esa reducción de precio y tamaño, además, no es en absoluto exclusiva de Velodyne: otras compañías del sector como Ouster, que acaba de captar $42 millones de inversión, o Luminar, que está diseñando su salida a bolsa, están también creciendo a gran velocidad en tamaño y en número de clientes, que además, ya no se limitan a la industria de la automoción en general o al vehículo autónomo en particular. Indudablemente, plantearnos el vehículo autónomo con semejante disminución de precios e incremento de prestaciones como precisión o alcance pasa a tener mucho más sentido, pero con costes que se prevén desciendan hasta los cincuenta dólares y tamaños próximos a los de un sello de correos, el futuro del LiDAR es ser incorporado a todo tipo de objetos que precisen evaluar el contexto en el que están, desde cámaras fotográficas hasta drones.

En esas condiciones, todo indica que reputados visionarios como Elon Musk, que rompió con Velodyne a raíz de uno de los primeros accidentes de uno de los vehículos de su compañía, que ha afirmado que el LiDAR es una tontería y que cualquiera que confíe en esa tecnología está condenado al fracaso, en contra de la opinión de todo el resto de la industria, y que en su lugar opta por la combinación de cámaras, sensores ultrasónicos, radar e inteligencia artificial para sus vehículos, podría tener que replantearse en algún momento ese tipo de afirmaciones. En cualquier caso, con Musk o sin él, hablamos de que uno de los principales obstáculos para el desarrollo del vehículo autónomo, el precio, tamaño y prestaciones de ese tipo de sensores, ha cambiado drásticamente, y ahora podemos hablar no solo de costes inferiores que permitirían a las compañías dotarse más fácilmente de flotas, sino incluso de incorporar múltiples sensores y de manera mucho más sencilla y discreta – con menores compromisos sobre el diseño – para obtener con ello una mayor seguridad.

A su favor, que ya vivió la integración de esa tecnología, aunque fuese en un estadío de madurez anterior, y los problemas que podía conllevar, y que la evolución de las prestaciones de autoconducción de sus vehículos, carentes de sensores LiDAR, parece sumamente satisfactoria y cada vez más consolidada. En su contra, una evolución de la tecnología brutal que, además de costes mucho más contenidos, podría permitir unas prestaciones muy superiores.

Es, sin duda, una de las mayores revelaciones de la tecnología: prácticamente cualquier cosa que veas será capaz de incorporar agresivamente economías de escala en su diseño y fabricación, y reducirá su precio considerablemente. Lo que está ocurriendo con el LiDAR, reducciones de coste de varios órdenes de magnitud y aplicaciones cada vez más ubicuas, es algo que suele tener lugar con prácticamente cualquier otra tecnología, y en plazos de tiempo cada vez más cortos. Decididamente,un factor fundamental a la hora de plantearse escenarios e ideas innovadoras.


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