Seguridad

«Millonario en potencia» a falta de la contraseña de un disco duro que encierra 220 millones de dólares en Bitcoin

IronKey / Kingstone

La historia triste de hoy en forma de problema-del-primer-mundo o lágrimas de millonario llega a través de Lost Passwords Lock Millionaires Out of Their Bitcoin Fortunes ($) del New York Times. En ese artículo se cuentan las desventuras de Stefan Thomas, un programador alemán que vive en San Francisco que guardó hace años 7.002 Bitcoin en un pequeño disco duro IronKey… y del que no se acuerda ahora de la contraseña.

El problema es que esos discos duros sólo permiten diez intentos para introducir la contraseña si resulta fallida; el hombre lleva ocho intentos (erróneos) y sólo le quedan dos. Si falla dos veces más el disco se autodestruye encriptándose para siempre. Al cambio actual de unos 28.500 euros por Bitcoin eso quiere decir que hay una auténtica fortuna de cerca de 200 millones de euros esperando a que se acuerde y acierte. 

No es el único al que le han sucedido este tipo de situaciones; recordemos la anotación acerca de las cosas que la gente hace para recuperar sus bitcoin cuando olvidan o pierden las contraseñas, algo que le sucedió hasta a los redactores de la revista Wired. El asunto es que lo que antes podía ser algunos miles de dólares ahora tras las subidas del Bitcoin pueden ser decenas, cientos de miles o incluso millones, como en el caso de Thomas. En el New York Times han calculado que entre el 20 y 25% de los Bitcoin son irrecuperables por estas situaciones; están «perdidos para siempre».

Como alguien le dijo, seguramente las IronKey son muy seguras, pero si tienes 220 millones de dólares esperando podrías dedicar la mitad de esa fortuna a contratar a los mejores hackers del mundo y crackearla; aún así saldrías ganando. Está por ver si eso es una opción, porque con el fabricante seguramente que ya ha hablado y no le habrá dado mucha esperanza. Por si acaso, de momento ha guardado el disco duro en una caja fuerte en un lugar secreto y seguro, no vaya a ser que alguien se lo robe. (Esperemos que no olvide dónde lo ha guardado).

Avisaremos si nos enteramos de cómo acaba la dramática historia y esperamos que no acabe pasándole como a Alan Turing con sus ahorros, que nunca los encontró tras esconderlos con sólo un críptico «mapa del tesoro» de ayuda.

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