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No exagero si te cuento que le hablo a tu fantasma, que juego con él y conversamos como antes

“No exagero si te cuento que le hablo a tu fantasma

Que le solicito agua y hasta el buche de café”

Tu fantasma”, Silvio Rodríguez

Hay un testimonio que siempre recuerdo cuando surge el tema de la muerte y digital. Es el de aquél chico que apareció en los comentarios de un vídeo en Youtube sobre videojuegos y las experiencias espirituales contando su historia y la de su padre:

Bueno, cuando tenía 4 años, mi padre compró una XBox . Ya sabes, la primera, robusta y mazacote de 2001

Nos divertimos muchísimo jugando juntos a todo tipo de juegos, hasta que murió, cuando yo tenía sólo 6 años

No pude tocar esa consola durante 10 años. Pero una vez que lo hice, me di cuenta de algo.

Solíamos jugar a un juego de carreras, Rally Sports Challenge. En realidad era bastante impresionante para la época en la que llegó. Y una vez que empecé a profundizar… encontré un GHOST.

literalmente.

¿sabéis que, cuando se celebra una carrera contrarreloj, la vuelta más rápida hasta el momento queda registrada como un piloto fantasma? sí, lo habéis adivinado: su fantasma sigue rodando por la pista hoy en día. así que jugué y jugué, y jugué, hasta que casi fui capaz de vencer al fantasma. hasta que un día me adelanté, lo superé, y… me detuve justo delante de la línea de meta, sólo para asegurarme de que no lo borraría

Poco tiempo después rodaron un cortometraje que conocí gracias a Microsiervos. Lo intenta, pero no captura como aquél comentario el choque de descubrir que, en esta época que nos ha tocado, los muertos no se quedarían en las cintas de vídeo y las fotografías, ni en sus cosas guardadas en una maleta en el trastero

En nuestra vida – cada vez más en lo virtual – aparecen sin llamarlos, como fantasmas con asuntos pendientes. Lo de este chico tiene ese carácter especial y único por temprano y por revelarse en una experiencia íntima. El resto empezamos a convivir con tropezarnos con ellos en las búsquedas, en los recordatorios de Facebook o Google Photos, en la primera posición de nuestros contactos del teléfonos cuando les colocamos el “AA” para trucar el sistema, con sus cuentas perennes que nadie acaba de cerrar o señalar como póstumas

Una noticia reciente ha vuelto a recordarnos el tema de la posibilidad técnica de hablar con los fantasmas

Esta imitiación de la voz es poca cosa, de hecho, a poco que se piense, resulta aterradora por la disociación. Escuchar al fallecido declamando lo que nunca hubiera dicho, con su voz y tono pero sin las bromas que hubiera gastado o el momento en que se hubiera parado a criticarlo. Se trata, pues, de una farsa aberrante

Otro asunto diferente es la programación de fantasmas más fidedignos, esas propuestas entre estrambóticas y desafiantes que llevan circulando años. En 2015 dió que hablar el proyecto rumano Eterne.me en el que de alguna manera colaboraba el MIT. Su fundador explicó en su momento el fracaso, mostrando como pocas veces lo fatuo del mundillo de las startups: de la “inmortalidad digital” a un penoso tamagochi autobiográfico

Eter9, Liveson… son varios los que han planteado la misma proposición: déjanos leer tu twitter o tu facebook y podremos seguir siendo tu yo en esas plataformas cuando mueras porque habremos aprendido a ser tú. Estos servicios se parecen a lo que patentó Google en 2013. Describía un sistema capaz de generar reacciones por parte del usuario calculadas a partir de toda la información que se tiene de él, sin que tenga que intervenir. Inicialmente solo en forma de sugerencias que se muestran en una interfaz, pero finalmente automáticamente en nombre del usuario.

Hay quien se ha asomado a alguna implementación aceptable de los fantasmas digitales basada en GPT-3, como contó Julián Estévez sobre el chico que quería conversar con su novia muerta y compró el servicio de Project December. En su historia se perciben las ganas de creer, una necesidad de redención y de ser mejor de lo que fuimos – de lo que fue él con ella – mientras vivía. Apenas unos guiños, alguna referencia a las bromas y expresiones que compartimos y el fantasma empieza convencernos. Y si le diéramos tiempo, a ofuscar los recuerdos

Las piezas tecnológicas a reunir para dar más pasos están distribuidas pero no muy lejos. Recuerdo el proyecto de avatares para la realidad virtual que sean exactamente como tú que tenía Facebook (¡pero eso no será lo que queramos!), la capacidad de grabar todo lo que percibimos como una memoria secundaria para cada momento, los proyectos de lectura del cerebro como Neuralink y otros muchos. Fantasmas con imagen y recuerdos más completos, que conversan como si fueran los muertos y a los que invocar y reunir con nosotros

Escribió hace unos años David Martínez que frente al derecho al olvido tenemos la necesidad de recordar. La mayoría de la gente sensata aboga por no abrir la puerta a los muertos en nuestra vida – ya tan virtual, tan digital – conscientes de la adulteración del orden natural. Es sin duda la opción más sensata. De hecho me recuerdan mucho que hay un episodio de Black Mirror, que he conseguido olvidar, sobre el asunto

No es lo que uno no querría para el futuro – ¿a qué estar dando la turra por los siglos? ya tuvieron suficiente de mi – pero creo que la minoría extremista y obsesiva acabará imponiendo su preferencia por los fantasmas digitales. Primero apestados, luego – como se dice ahora – “normalizados”. ¿Acaso es posible resistir la tentación de invocarle ahora mismo si pudieras hablar con su fantasma, jugar juntos, conversar como hacíamos antes?

Hay días que en tu sacrificio acaricio tu fantasma
Pero dónde iba el delirio no oigo tu respiración
Siempre termino en lo mismo, asesino tu fantasma
Y la diana me sorprende recostado en el balcón

“Tu fantasma”, Silvio Rodríguez

Imagen: Comprehensive-Sell-7 con dall-e 2

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