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Un escudo de burbujas espacial para enfriar el planeta

IMAGE: MIT

Un equipo multidisciplinar de investigadores en el MIT propone un proyecto espacial, Space Bubbles, destinado a enfriar nuestro planeta interponiendo un escudo de burbujas del tamaño de Brasil a una distancia del sol que permita que las fuerzas gravitacionales se equilibren (el punto de Lagrange 1), en lo que sería sin ninguna duda el proyecto de geoingeniería más ambicioso de la historia.

Habitualmente, los proyectos de geoingeniería destinados a reducir la cantidad de radiación solar que llega a la superficie terrestre se habían planteado como modificaciones en la atmósfera del planeta: inyección de aerosoles con materiales reflectantes, de vapor de agua o de otros compuestos en capas de la atmósfera que rodea nuestro planeta. Esta inyección crearía una capa de nubes destinada a incrementar el efecto albedo, siguiendo la lógica de erupciones volcánicas como el Krakatoa en 1883, que dio lugar a una disminución de la temperatura de 0.4ºC en el hemisferio norte en el año siguiente a la erupción.

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El problema de este tipo de proyectos, sin embargo, es evidente: la modificación de la atmósfera terrestre a semejante escala podría acarrear consecuencias imprevisibles, y una vez puesta en marcha, no tiene ninguna posibilidad sencilla de vuelta atrás. La alternativa propuesta por el MIT, en cambio, supone desplegar un escudo de burbujas congeladas en un punto muy alejado de nuestro planeta, a una distancia de más de un millón y medio de kilómetros, un punto que permitiría que el equilibrio de las fuerzas gravitacionales del sol y de La Tierra se equilibrasen y mantuviesen el escudo en su lugar de manera teóricamente indefinida. Para ello, la universidad norteamericana ha desarrollado investigación para buscar materiales, posiblemente a base de silicio, que podrían ser desplegados en el espacio exterior en forma de burbujas, a una presión de 0.0028 atmósferas y a una temperatura de alrededor de -50ºC.

Las burbujas podrían generarse mediante una misión espacial no tripulada utilizando procesos robotizados, utilizando tecnología ya disponible, y dado que hablamos de simples burbujas congeladas, podrían ser eliminadas de forma relativamente sencilla en caso de detectarse efectos negativos imprevistos sobre el planeta. Fundamentalmente, no estaríamos modificando nuestro planeta de manera directa, sino interponiendo un escudo a mucha distancia del mismo.

En cualquier caso, estamos hablando de un proyecto eminentemente global, que afectan a la totalidad del planeta, y que por tanto, tienen un control y una coordinación sumamente complejos. ¿Quién toma la decisión para lanzar un proyecto así? ¿Quién lo financia? ¿Quién asume sus posibles consecuencias? Por otro lado, se trata de proyectos que limitarían el calentamiento del planeta, pero que no sustituyen a las iniciativas actuales de mitigación, adaptación y descarbonización, sino que las complementan para un hipotético momento en el que la evolución de las condiciones – catástrofes climáticas, olas de calor generalizadas y mortales, etc. – hiciesen necesaria algún tipo de actuación rápida.

Estamos ya acercándonos a un nivel en la evolución de la emergencia climática en el que este tipo de proyectos, aparentemente impensables por su escala y ambición, empiezan a resultar un recurso razonable ante determinadas circunstancias. Pensar en un escudo de burbujas del tamaño de Brasil interpuesto entre el sol y nuestro planeta suena no solo a ciencia-ficción, sino a algo completamente implanteable. Sin embargo, es algo factible tecnológicamente, y si no somos capaces de conseguir una descarbonización más rápida y eficiente, es perfectamente posible que termine por convertirse en una alternativa necesaria para evitar un desastre de proporciones globales.

Veremos si la dimensión de este tipo de proyectos ayuda a que algunos visualicen la magnitud del problema que estamos creando.

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