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The Americans, una serie de espías en los Estados Unidos de Ronald Reagan

The Americans (disponible en Prime Video) empieza en enero de 1982 justo cuando Ronald Reagan acaba de tomar posesión como cuadragésimo presidente de los Estados Unidos. Elizabeth y Philip Jennings son dueños de su propia agencia de viajes, viven en una casa en los suburbios de Washington y tienen una hija y un hijo, lo que los convierte en el prototipo del sueño americano. En esos días se instalan en el barrio Stan Beeman, un agente del FBI que trabaja en la sección de contrainteligencia, y su familia.

Pero en realidad Elizabeth y Philip se llaman Nadezhda y Mijaíl y son espías rusos que a esas alturas llevan ya unos veinte años viviendo en los Estados Unidos. Y eso es algo que ni siquiera sus hijos saben. A lo largo de esos años que llevan infiltrados se han convertido en uno de los recursos más preciados del KGB, que los usa para todo tipo de operaciones. Los usa y abusa, diría yo, pues les encargan un trabajo tras otro de tal manera que te preguntas cómo a ese ritmo nunca los han pillado, en especial cuando muchos de esos encargos son muy, pero que muy precipitados; de hecho esa es para mí una de las partes menos creíbles de la serie. La otra es que nadie sospeche nunca de sus continuas idas y venidas, muchas veces a horas altamente intempestivas.

Uno de los pósteres de la serie

Sin embargo la serie me ha gustado mucho porque explora los sentimientos de Elizabeth y Philip en lo que se refiere a su relación –no deja de ser una relación profesional por mucho que se hagan pasar por un matrimonio– y con sus hijos y con su entorno, tanto con el público como con el secreto de sus controladores de la KGB. Me ha gustado mucho también que ninguno de los personajes es en blanco y negro sino que todos tienen sus matices; del mismo modo no todos los rusos son unos demonios ni los estadounidenses unos angelitos. Cada bando tiene lo suyo y hay personajes de ambos lados que te caen como el culo y otros que te caen muy bien y que no quieres que les pase nada malo. En ese sentido la serie también explora temas como la fidelidad a unas ideas, a una bandera, o a las personas.

Son en total seis temporadas –la serie termina poco después de la firma del Tratado INF en diciembre de 1987– que se dejan ver muy bien y que tienen un arco total muy bien hilado, aunque personalmente el salto entre la cuarta y la quinta me pareció un poco desconcertante. Una de esas joyas que las plataformas bajo demanda están trayendo de vuelta; en su momento habíamos empezado a verla pero con el maltrato habitual de horarios y días de emisión cancelados porque se interponía cualquier otra cosa le habíamos perdido la pista.

# Enlace Permanente

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