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Europa y el impuesto al carbono sobre las importaciones

IMAGE: Doug Rogers on Flickr (CC BY-NC-SA)

La Unión Europea aprobó el pasado 25 de abril, tras más de dos años de negociaciones, el primer impuesto al carbono aplicado sobre las importaciones, que tratará de evitar que los productos europeos, lastrados por el impuesto al carbono que tienen que pagar, compitan en desigualdad de condiciones con productos importados más baratos que, en función de sus legislaciones locales, no lo pagaban.

A partir de su entrada en vigor en 2026, las compañías que importen productos a la Unión Europea estarán obligadas a comprar créditos de carbono suficientes para compensar la huella de esos productos, lo que generará un gravamen adicional sobre esos productos que evite que compitan con ventaja, y desincentivará además a los fabricantes europeos que se planteen deslocalizar su producción a otros países para importarlos posteriormente eludiendo los impuestos al carbono europeos, el denominado carbon leakage.

Sobre la mesa, los posibles efectos sobre los países, muchos de ellos en vías de desarrollo, que no compensan sus emisiones recurriendo a los mercados de créditos de carbono, países que dependen en uchos casos de su comercio con la Unión Europea y que podría experimentar un proceso de desindustrialización al convertirse sus productos en menos competitivos. Por otro lado, está China, que fabrica en torno a un 10% de los productos afectados, que se niega a reconocer la legalidad del impuesto y argumenta que viola los principios del libre comercio.

El impuesto, que incluye productos que generan importantes emisiones en su producción como acero, aluminio, cemento, fertilizantes o electricidad, así como hidrógeno obtenido a partir del procesamiento de combustibles fósiles, y que en el futuro podría ampliarse para incluir productos químicos orgánicos y polímeros, incluidos los plásticos; recaudará en torno a los 14,000 millones de euros anuales para la Unión Europea, y se prevé que dé lugar a una reducción del 62% en las emisiones de la UE para 2030 con respecto a los niveles de 2005.

Los mercados de carbono son uno de los mecanismos más importantes que existen para poner un precio a las emisiones y lograr desincentivarlas. Con este paso, la Unión Europea pasa de simplemente aplicarse estos impuestos a sí misma y a sus productos, a obligar a otros países que deseen vender a la Unión Europea a asumirlos quieran o no, con todo lo que ello puede conllevar, incluyendo el encarecimiento de muchos productos. Pronto veremos las reacciones a la aprobación del impuesto y los efectos que termina por generar.

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