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Perseguir, censurar y eliminar las fake news puede llegar a ser contraproducente

IMAGE: S. Hermann & F. Richter - Pixabay (CC0)

Una investigación de la Royal Society británica afirma que los mecanismos de censura que tratan de aplicar algunas redes sociales a las llamadas fake news sobre temas científicos pueden llegar a resultar contraproducentes, al estimular a sus productores y consumidores a buscar otros canales en zonas menos controladas de la red.

Según las conclusiones de una revisión bibliográfica, mesas redondas con expertos y con asociaciones dedicadas al fact-checking, y dos encuestas llevadas a cabo en el Reino Unido, todo parece indicar, en primer lugar, que la influencia de ese tipo de noticias sobre temas con base científica ha sido fuertemente exagerada y que la persecución y eliminación de las mismas puede correr el riesgo de darles mayor relevancia.

La investigación diferencia claramente los contenidos abiertamente ilegales, como los que promueven el terrorismo, el discurso del odio o el abuso infantil, que si precisan de este tipo de medidas, de la desinformación sobre cuestiones científicas: en este segundo caso, perseguir y eliminar el contenido de las redes sociales no es una solución viable que pueda evitar esa desinformación, y puede llevar, en cambio, a problemas como la desconfianza, el refuerzo de hipótesis conspiranoicas, o incluso la sectarización: que ese contenido específico se refugie en páginas en las que su control resulte mucho más complejo o directamente imposible.

En lugar de su eliminación, la Royal Society propone medidas más relacionadas con lo que denomina la construcción de «resiliencia colectiva», tales como la eliminación de los mecanismos que favorecen la monetización de ese tipo de noticias, los sistemas para evitar la amplificación de ese tipo de contenido – especialmente los algoritmos que alimentan a los usuarios de información similar buscando que permanezcan más tiempo en la página – o el etiquetado del contenido como erróneo por parte de entidades dedicadas al fact-checking acompañado con enlaces a fuentes fiables sobre el tema, así como promover la transparencia y la colaboración entre este tipo de plataformas y los científicos. En último término, la solución está en la educación y en la creación de mecanismos que permitan a los usuarios disponer de rutinas y procedimientos de verificación – aunque, obviamente, hablamos de mecanismos que solo funcionan a escala generacional.

Las conclusiones son, en muchos sentidos, una llamada de atención a las redes sociales: no se trata de dedicar ingentes recursos a contratar supervisores que eliminen noticias falsas, sino de poner bajo control los mecanismos que hacen que una persona que hace clic en una de ellas o cuyos amigos consumen ese tipo de contenidos se vean inundados de recomendaciones sobre contenidos similares. En la inmensa mayoría de los casos, las redes sociales son culpables de intentar maximizar el tiempo de permanencia de sus usuarios suministrándoles materiales en los que han probado estar interesados.

Si unimos el efecto de los algoritmos basados en la afinidad de una persona por un contenido determinado con el de otros algoritmos del tipo «birds of a feather flock together» dedicados a generar esas afinidades a partir del círculo cercano de personas que ese usuario sigue, lo que obtenemos es no solo un «enriquecimiento» (en ese caso, empobrecimiento) de la dieta informativa de esa persona en base a parámetros erróneos (y por lo tanto, mayor cantidad de fake news), sino además, un mecanismo social que incentiva a esa persona a compartir más noticias de ese tipo con las personas a las que sigue.

En la práctica, la responsabilidad de Facebook y otras redes en la difusión de fake news proviene mucho más del funcionamiento de sus algoritmos, que valoran más, por ejemplo, las reacciones airadas que las tranquilas a la hora de difundir un contenido, que de las acciones de intento de control mediante supervisores que tratan de eliminar ese tipo de noticias. Básicamente, la creación de ecosistemas en los que las noticias falsas se difunden de manera exponencial es un problema de priorizar las métricas de consumo y la «pegajosidad» o stickiness por encima de todo, frente al bienestar de los usuarios y la salud o sostenibilidad a medio plazo de ese ecosistema social.

Mañana viernes a partir de las 22:10 estaré hablando de estos temas en La 1 de RTVE, en el nuevo programa de debate de Javier Ruiz, «Las Claves«.

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