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Big Tech: no va a ser fácil ponerlas bajo control

IMAGE: from Silent Movie (20th Century Fox)

Mi columna en Invertia de esta semana se titula «Gigantes intocables» (pdf), y está dedicada al fallo de un juez federal de los Estados Unidos, que ha decidido desestimar la demanda presentada por cincuenta estados a Facebook por abuso de posición dominante, y aceptar a trámite únicamente la presentada por la Federal Trade Commission (FTC), a la que da un plazo de treinta días para sustanciar su argumentación de que Facebook ostenta una posición monopolística.

Como consecuencia del fallo judicial, la cotización de las acciones de Facebook se elevó algo más de un 4%, lo que ha llevado a la compañía a ingresar en el selecto club de empresas norteamericanas cuya capitalización bursátil supera el billón de dólares. En ese grupo, Facebook, con sus $1.01 billones de valoración, pasa a estar en compañía de Apple ($2.25 billones), Microsoft ($2.02 billones), Amazon ($1.74 billones) y Google ($1.67 billones), marcando una considerable distancia con las siguientes empresas en el ranking. Lo que los norteamericanos llaman «The Trillion Dollar Club» está formado únicamente por los cinco gigantes tecnológicos: la otra empresa que supera esa capitalización, Saudi Aramco, no cotiza en el parqué neoyorquino, y sus acciones llevan tiempo en evolución descendente.

Un claro ejemplo de lo que supone estar aún inmersos en lo que Per Espen Stoknes, en su recomendable libro «Tomorrow’s Economy: A Guide to Creating Healthy Green Growth«, define como la quinta ola de innovación, la correspondiente a las tecnologías digitales e internet, que sucedió a la de la electrónica, la televisión y la aviación (1945-1990), a la de la industria (1900 – 1970), a la del acero, el vapor y los ferrocarriles (1830-1900) o a la de la mecanización (1760-1830), y que será sucedida por una sexta ola, la de la sostenibilidad, que se inició en torno a 2015. En cada una de estas olas, las compañías que desarrollaron o explotaron las tecnologías del momento lograron valoraciones fastuosas, y la situación en el momento actual no viene más que a demostrar el corolario.

Ilustro esta entrada con el logotipo de Engulf & Devour Ltd., tomado de la película «Silent Movie« (1976), dirigida y protagonizada por Mel Brooks, que representaba la mítica macro-corporación que dominaba toda la industria y a cuya influencia nada podía escapar. La decisión del juez federal norteamericano refleja las dificultades que la administración Biden va a tener para modernizar su legislación antimonopolio, abandonada durante años, y lograr poner bajo control a las big tech, algo en lo que la Unión Europea lleva años trabajando y que el gobierno chino también ha puesto en práctica recientemente (en su caso, por razones obvias con menores dificultades).

El caso de Facebook, cuya lista de adquisiciones alcanza las 92 e incluye a muchas de las compañías que en su momento alcanzaron algo de relevancia en el mundo del social media, es un caso claro de aplicación del test del pato: si parece un pato, nada como un pato, y grazna como un pato, entonces probablemente sea un pato. Dudar que una compañía que posee el mayor observatorio de tendencias del mundo se haya comportado de manera monopolística, cuando ha sido capaz de ir adquiriendo sistemáticamente a todas aquellas empresas que destacaban o, cuando no ha podido o querido, las ha copiado sistemáticamente, es un ejercicio de ceguera selectiva. En realidad, Mark Zuckerberg es una persona permanentemente obsesionado por la idea de que en su industria, el social media, cualquier cambio es susceptible de ocurrir de manera rápida y muchas veces caprichosa, y se comporta como un auténtico paranoico para tratar de evitarlo. Ese comportamiento únicamente es posible cuando tienes una posición de dominio tal, que te permite mantenerlo en el tiempo, y crecer de manera desmesurada gracias a ello.

El pato es un pato. Y hay que regularlo como se regula a los patos, porque en caso de no hacerlo, se convertirá en un monstruo intocable que consigue controlar el ritmo de la innovación y distorsionar la competencia, logrando incluso que la motivación de casi toda incipiente empresa en su ámbito sea aspirar a ser adquirida por una de las grandes. Probablemente, que las compañías que logran subirse a una de las grandes olas de la innovación terminen convirtiéndose en gigantes intocables sea algo inexorable, como lo es el que la profesión de abogado corporativo vaya a estar en gran demanda en los próximos tiempos. Pero eso no quiere decir que, por difícil que pueda parecer explicárselo a algún juez, no haya que tratar de poner el fenómeno bajo control.


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