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La lucha contra la contaminación… y la intoxicación en redes sociales

IMAGE: CityTransportInfo - Public Domain

La lucha de la ciudad de Londres contra la contaminación, con el establecimiento de las Ultra Low Emissions Zone (ULEZ) en partes cada vez mayores del centro de la ciudad, se está encontrando, como es habitual en otras ciudades, con una fuerte oposición que, además, tiene una evidente tendencia a no jugar limpio.

El 29 de agosto de este año 2023, el alcalde de la ciudad, el laborista Sadiq Khan, llevó a cabo la expansión de la zona de bajas emisiones a la totalidad de los treinta y dos distritos de Londres, lo que dejó incluidas dentro de esa zona a unos cinco millones de personas más que las que había anteriormente.

A todos los efectos, el plan aplicado por Londres se convierte en el más radical del mundo, como correspondía a la importancia del problema de salud pública que tenía la ciudad: los datos manejados por el gobierno muestran que la contaminación del aire provoca entre 28,000 y 36,000 muertes prematuras en todo el país cada año, y alrededor de 4,000 de estas muertes prematuras tienen lugar en Londres. Cada vez son más los estudios que muestran que vivir en zonas contaminadas reduce la duración de la vida más incluso que el consumo de tabaco, y esa contaminación afecta a todos los habitantes de la ciudad, incluidos los que no tienen coche, que en Londres son prácticamente la mitad.

¿En qué consiste el esquema? Fundamentalmente, en impedir el paso al centro de la ciudad a los vehículos más contaminantes (motos que no cumplen el estándar Euro 3, coches y furgonetas de gasolina que no cumplen el estándar Euro 4, y coches y furgonetas diesel que no cumplen el estándar Euro 6, es decir, vehículos generalmente anteriores a 2007, 2006 o 2015 respectivamente) salvo que paguen un peaje de 12.50 libras diarias, que se suman a las 15 libras del llamado London Congestion Charge que pagan casi todos los vehículos.

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¿Qué ha ocurrido desde entonces? Que como hemos visto en otros casos, incluido el de Madrid, los partidos conservadores comenzaron a hablar de una supuesta «guerra contra el coche», a pesar de los importantes incentivos de hasta 9,500 libras que el ayuntamiento dedicó para que los residentes pudieran cambiar sus vehículos por otros autorizados en la zona. Pero además, esas proclamas se han visto enormemente amplificadas en redes sociales con campañas de manipulación con miles de cuentas falsas en las que se calcula un gasto de cientos de miles de libras.

Hablamos del mismo tipo de campañas con herramientas sofisticadas que permiten gestionar decenas de miles de cuentas utilizadas en procesos electorales, que generan cuentas genéricas, con una alta proporción de seguidores falsos y con signos evidentes de actividad no genuina. El tipo de cuentas con las que estoy acostumbrado a luchar todos los días, que responden automáticamente a todas mis publicaciones con spam o con basura variada, y de las que solo recientemente he conseguido librarme gracias al truco de restringir las contestaciones a mis publicaciones a personas a las que sigo o menciono, para cambiarlas a «por todo el mundo» unos minutos después (si en mi cuenta en X te encuentras con que no puedes contestar una de mis actualizaciones porque no lo permito, que sepas que no es porque pretenda restringir la conversación, y que simplemente con esperar unos pocos minutos ya podrás contestar como siempre… considéralo el precio que hay que pagar para no alimentar redes de spammers).

La intoxicación social y el uso de un pretendido activismo simulado, aplicado ya no solo a la política, sino también a la lucha contra la contaminación. Un tema en el que únicamente hay un camino, y es el que todos conocemos: mantener cada vez más los vehículos contaminantes, cuyas emisiones sabemos que son enormemente nocivas, fuera de las zonas donde viven las personas. No podemos, por mucho que algunos estén aparentemente dispuestos a pagar el precio, seguir viviendo en ciudades que envenenan a las personas. Simplemente, no tiene sentido.

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