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El previsible fin de Parler

IMAGE: Parler

Hace tan solo un mes, Parler, una red creada con el respaldo económico de la multimillonaria ultraconservadora Rebekah Mercer, financiadora también de páginas de ultraderecha como Breitbart News o de escándalos delictivos como Cambridge Analytica,  saltó a la fama por protagonizar un supuesto éxodo de exaltados seguidores de Donald Trump que acusaban a Twitter de parcialidad y de silenciar voces conservadoras.

Como era de esperar, la red se convirtió rápidamente en exactamente lo que presagiaba: una cueva llena de odio y resentimiento en la que no faltaba de nada, desde la exaltación del discurso del odio y la confrontación, hasta las crónicas más extremas del asalto al Capitolio, pasando por llamadas a la ejecución del vicepresidente Pence, puesto en el punto de mira por Donald Trump por no seguir sus alucinógenas consignas y no negarse a proclamar a Joe Biden como presidente.

¿Qué ocurre con un servicio que permite ese tipo de dialéctica? Que, lógicamente, se convierte en algo con lo que nadie en su sano juicio quiere tener nada que ver, y más teniendo tan cercanos los sucesos de la semana pasada, con un episodio de extremismo tan radical como el asalto al Capitolio.

Así las cosas, en el espacio de un solo día, Parler se ha encontrado primero con la expulsión de la tienda de aplicaciones de Android por parte de Google, después con que Apple, tras pedirle acciones para evitar la exaltación de la violencia, decidía hacer lo mismo y echarla de su App Store, y finalmente con que Amazon, presionada por muchos de sus empleados, tomaba la decisión de rescindir su contrato de alojamiento, citando como causa la presencia de llamadas a la violencia: «Parler no es capaz de cumplir con nuestros términos de servicio y representa un riesgo muy real para la seguridad pública».

¿Qué le pasa a una compañía si pierde su contrato de alojamiento y, además, su app no puede ser descargada de ninguna de las dos tiendas de aplicaciones? Primero, que tiene que buscarse otro hosting – según su CEO, John Matze, «son muchos los que compiten por el negocio de Parler» – y, además, tiene que resignarse a que quien quiera utilizar su app, tenga que descargarla e instalarla al margen de esas tiendas. Para nada una situación fácil.

¿Es, como dice su CEO, un ataque coordinado de las tecnológicas para acabar con un competidor que había crecido muy rápido? No, simplemente es romper relaciones con el servicio que congregaba a un montón de radicales que se dedicaban a llamar a la violencia, a «quemar Washington hasta sus cimientos», y a coordinarse para llevar a cabo acciones como las de la semana pasada, mientras los gestores del sitio simplemente decían que «hacer de baby-sitters de sus usuarios no era su trabajo». Todo muy edificante.

Un sitio así, simplemente, no debe estar en la red. Primero, porque su propia dialéctica era completamente falsa: bajo su pretendida neutralidad, se escondía censura, y mucha, para todo aquello que no casaba con su ideario: elimina usuariosprohibe términos e imágenes, y tiene unas políticas de uso comparativamente mucho más restrictivas que las de servicios como Twitter. Pero segundo, porque independientemente de la ideología de sus fundadores o de sus usuarios, es un sitio en el que se llama constantemente a la violencia, a la acción armada, a la muerte de personas, al odio y a la confrontación. No, no todo puede estar permitido en nombre de una supuesta libertad de expresión, porque entonces la primera víctima es, precisamente, la propia libertad de expresión. No todo vale.

Parler, como todo en esta historia, era enormemente previsible: un sitio donde los que son de una ideología determinada puedan decir lo que quieran sin que otros les molesten. Y cuando dejas a determinado tipo de personas que se expresen libremente y supuestamente sin censura, lo que ocurre es lo que ocurre: que se convierte en un lugar execrable, denunciable, digno de ser perseguido hasta el último lugar de la red en el que termine escondiéndose.

¿No es preocupante o peligroso que sean los términos y servicios de empresas privadas y muy grandes los que decidan qué sitios pueden estar o no en la red? Pues posiblemente lo sea, y sea este un tema sobre el que haya que dictar algún tipo de reglas razonables. Pero incluso si este tipo de controles llegan a implantarse, tengo claro que, fuesen cuales fuesen su naturaleza y sus criterios, Parler debería estar entre los ejemplos de libro en los que expulsar al sitio estaría plenamente justificado. Es uno de esos casos en los que no tomar una decisión rápidamente siempre termina siendo negativo.

¿Desaparecerá Parler? No lo sé, pero sería una muy buena noticia. Cuidado con la dialéctica de la persecución y de la supuesta arbitrariedad: en una sociedad civilizada, no deben tener cabida ni sitios como Parler, ni ideas como las que allí se expresan. Lo único que cabe hacer, la única reacción razonable, es echarlos de todas partes, perseguirlos y obligarlos a marginalizarse, a tener que buscar desesperadamente sitios en los que los admitan. Y a quien sea que decida admitirlos, de nuevo las mismas medidas. Erigir barreras contra ese tipo de ideas y condenarlas al ostracismo en la red y en la sociedad es fundamental. Cuanto más marginales y minoritarios terminen siendo, mejor.


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