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Las plataformas de dating y la evolución de los hábitos sociales

IMAGE: Tumisu - Pixabay (CC0)

Un interesante artículo en The Guardian, «Apps promised a sexual revolution but they have just made dating weird«, trata de analizar las consecuencias de la aparente «revolución sexual» provocada por el desarrollo de apps de dating que eliminan buena parte de la fricción en la búsqueda de pareja, pero que dan lugar a fuertes cambios en los hábitos sociales relacionados con esa actividad.

En efecto, la promesa de apps como Tinder y otras que reducían la tarea de búsqueda de pareja a un simple swipe a la derecha o a la izquierda que generaba la posibilidad de abrir canales de comunicación podía parecer inicialmente atractiva y, de hecho, se ha normalizado en buena parte de la población, pero no está exenta de reglas, de consecuencias y de efectos secundarios con los que los usuarios, en muchos casos, no contaban.

El artículo de The Guardian está escrito por una mujer, pero una de las consecuencias fundamentales de ese tipo de redes ha sido, sin ninguna duda, un fortísimo dimorfismo en su funcionamiento derivado del género del usuario: mientras los perfiles femeninos tienden a recibir un flujo de atención habitualmente constante, los masculinos, en muchos casos, prácticamente «mendigan» clics, en un ecosistema completamente sesgado con unos ratios marcadamente diferentes. Obviamente, podríamos aducir que el ecosistema anterior también tenía sesgos, pero lo habitual en el nuevo es estimar que esos sesgos se han intensificado muchísimo, y en algunas plataformas concretas, hasta límites difíciles de describir para no usuarios.

A estos cambios hay que añadir los derivados de la naturaleza online de la relación: en un entorno en el que todo está a un clic, es habitual encontrarse con un traslado de la actividad a otras plataformas, a búsquedas de información o de contacto a través de otras redes sociales, y en algunos casos, de comportamientos muy próximos al acoso. Lo que parecía una trivialización de las relaciones, o una forma más sencilla de plantear relaciones basadas en la conveniencia y sin consecuencias, se convierte en muchos casos en problemas derivados de comportamientos online a los que resulta difícil sustraerse.

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Por supuesto, abundan también otros comportamientos basados en el fraude, en el intento de comercializar estafas piramidales o esquemas de venta de criptomonedas, o en modelos de prostitución más o menos sofisticados. En la práctica, lo que parecía una forma de simplificar las relaciones se ha convertido, en muchos casos, en un nuevo entorno con reglas mucho más complicadas, con libros dedicados a «cómo tener un perfil atractivo en tal o cual red», y con comportamientos que bordean desde la estafa al acoso, además de fuertes patrones de discriminación.

Nuevos hábitos sociales aún a medio asumir, que dibujan un futuro que, llevado a sus consecuencias más extremas, puede llegar a resultar bastante distópico. Comportamientos que varían mucho en función de variables como la edad o el género, pero que experimentan una progresiva evolución hacia la normalización que parece alejarse bastante de las promesas iniciales de este tipo de plataformas – sin que ello signifique que los modelos anteriores fuesen necesariamente ideales, sino simplemente que habían experimentado una consolidación mayor.

¿Cómo evolucionarán este tipo de usos y costumbres en el futuro?

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