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Las salas de cine y la tormenta perfecta

IMAGE: Jorge Simonet - CC BY SA

Todo indica que si el 2020 fue un año maldito para las salas de cine, el 2021 podría pintar igual de mal, si no peor. Warner anuncia que el año que viene distribuirá sus películas en su servicio de streaming HBO Max al mismo tiempo que en las salas de cine, alterando uno de los criterios fundamentales en los que se asentaba la industria, el de las llamadas ventanas de exposición, o theatrical window. Previamente, otro de los grandes estudios, Universal, anunció un acuerdo con una cadena de cines, Cinemark, para precisamente acortar esa ventana desde los habituales tres meses, hasta tan solo 17 días.

Algunos creen que la decisión será únicamente temporal y que, tras la pandemia, los clientes volverán a las salas de cine. Pero otros hablan ya del fin de la sala de cine como experiencia: los confinamientos derivados de la pandemia, y el hecho de que ver una película en un cine implica permanecer en un entorno cerrado durante un par de horas, y se identifica como una situación de riesgo de cara a posibles contagios, han generado una situación desastrosa para muchas cadenas de salas, privadas de sus ingresos e inmersas en una fuerte crisis de deuda. Ahora, la gran pregunta es si las salas de cine seguirán ahí cuando los espectadores se planteen volver a ellas: para hacer rentables muchas de sus producciones de elevado presupuesto, los grandes estudios necesitan un modelo de negocio que les permita mostrar sus películas en miles de pantallas a la vez, algo cada vez más difícil si la explotación de muchas salas de cine deja de ser rentable.

La competencia con otros modos de entretenimiento, como el streaming, no parece estar teniendo tanto que ver con el declive: según todos los estudios, los usuarios habituales de servicios como Netflix no solo ven más contenido desde el sofá de sus casas, sino que también van más al cine. De hecho, hay quien especula que este tipo de servicios podrían plantearse adquirir cadenas de salas de cine en las que mostrar su cada vez más ingente número de producciones, algo posible gracias a la modificación de algunas de las normas antimonopolio de los Estados Unidos que impedían que los estudios adquiriesen cadenas de cines para evitar que un solo actor tuviese el control de toda la cadena de valor. Precisamente hace un año, en noviembre de 2019, el Departamento de Justicia anunció que esa norma, vigente desde los años ’40, sería revisada debido a la cada vez mayor complejidad de la industria y a la presencia de nuevos actores como las compañías de streaming.

En mayo de 2020, de hecho, se rumoreó la posible compra de la cadena AMC por parte de Amazon, lo que posibilitaría que la compañía dispusiese de un canal para que muchas de sus producciones pudiesen acceder a los premios más importantes de la industria.

Otros, como Bigscreen, apuntan a la idea de recrear la experiencia de la sala de cine en modo realidad virtual, incluyendo en ella la posibilidad de compartir esa sala virtual con amigos. Una aproximación más a esa idea de metaverso en el que compartir experiencias que trata de combinar lo inmersivo del entorno con una experiencia social.

Cuando un cambio en el entorno hace que tus clientes dejen de percibir tu actividad como un hábito, y esa situación se prolonga además durante más de un año, todo indica que no vienen tiempos fáciles para las salas de cine. Más consumo de contenidos, sí, pero menos vinculación con la idea de acudir a una sala de cine para disfrutar de ellos, y con nuevas tecnologías pujantes que puede ofrecer una experiencia posiblemente comparable, en el sofá de tu casa, con unas gafas puestas, y con palomitas de microondas. Veremos quiénes son capaces de sobrevivir a una tormenta así.


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