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¿Pagar por Twitter?

IMAGE: Mohamed Hassan - Pixabay

Mi columna de esta semana en Invertia se titula «¿Twitter de pago? Musk no se equivoca» (pdf), y especula con la posibilidad, recientemente apuntada por Elon Musk, de que Twitter tenga mucho más sentido como un servicio puro de suscripción, en lugar de ser, como lo es ya en algunos países (Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, por el momento), un freemium con un tramo muy mayoritario completamente gratuito y uno minoritario de pago, conocido como Twitter Blue – al que el propio Musk se ha referido como «a piece of shit«.

¿Tiene sentido pedir a los usuarios de Twitter que paguen por su uso? La respuesta es muy clara: si Musk se atreve a ir en esa dirección, se encontrará con deserciones masivas, con millones de cuentas abandonadas, y con muchísimos usuarios optando por abrirse una cuenta en Mastodon, un servicio con un planteamiento similar pero completamente open source, que ha registrado más de un millón de nuevas altas desde que Musk desembarcó en Twitter.

El patrón es claro, y lo han podido experimentar servicios de todo tipo, incluidos medios como The Wall Street Journal, The New York Times o The Washington Post, entre muchos otros: el día que la pasarela de pago entra en vigor, puedes llegar a perder, en algunos casos, hasta un 90% de los usuarios. Sin embargo, las tendencias son las tendencias, y la lógica es la lógica: hoy en día, esos medios no solo se han consolidado y ganan mucho dinero, sino que tienen una vida sensiblemente mejor y un modelo de negocio mucho más sólido que aquellos de sus competidores que decidieron quedarse con un modelo gratuito sostenido por la publicidad.

La publicidad en la red vive momentos complicados: el modelo ultrasegmentado es cada vez más rechazado por unos usuarios que se sienten permanentemente espiados y por unas plataformas que tratan de ponerlo bajo control, y las redes sociales viven tiempos bajos debido, probablemente, a que un idiota mató a la gallina de los huevos de oro. Vivir de la publicidad es cada vez más complicado, más imprevisible y más sujeto a las veleidades de un mercado extremadamente sensible a las veleidades cíclicas de la macroeconomía, que además pasa también por momento bajos.

Las suscripciones, en cambio, se han convertido en una parte fundamental de la vida de cada vez más personas, y pese al hartazgo que algunos parecen sentir cuando echan cuentas, se configuran como un segmento de la economía que alcanzará un valor de 1.5 billones de dólares en 2025.

Obviamente, pasar una plataforma como Twitter de gratuita a de pago, con la compañía cotizando en bolsa es completamente imposible. Pero eso, para Musk, ya no es un problema porque su compañía ya es completamente privada, y además, parece que desde el mismo planteamiento de la adquisición, es un botón rojo que no tiene miedo a pulsar: llegó anunciando que eliminaría las cuentas falsas, que pueden tranquilamente ser decenas de millones fabricadas constantemente por turbias factorías en países con bajos costes laborales que alimentan a influencers de medio pelo, políticos mediocres y directores de marketing sin escrúpulos. Siguió avisando que algunos servicios, como la verificación, se incorporarían a un tramo de suscripción. Y ahora, parece barajar la idea de que se vayan a la calle todos los que no estén dispuestos a pagar, mientras intenta atraer a creadores de contenido y desarrollar cada vez más servicios para configurar una oferta por la que sí merezca la pena hacerlo.

Por el momento, se dedica a twittear como si no hubiera un mañana y a intentar convencer a los anunciantes de que la actividad en Twitter está por las nubes, pero no descartemos que, en cualquier momento, dé un paso más y anuncie que Twitter se convertirá en un servicio de pago, con cuentas reales (tan reales como que se les factura con nombre y apellidos, aunque luego decidan usar un seudónimo), con políticas de contenido claras y puestas en práctica, y con usuarios que valoran lo que son capaces de extraer del servicio. Si crees que no vale la pena, vete a Mastodon y pégate con todos los trolls en un entorno sin reglas ni capacidad para ejecutarlas, que ya sabemos cómo va a evolucionar en cuanto tenga un poco de vidilla. Si no, si crees que Twitter te va a proporcionar algo que vale la pena, quédate y paga.

Si tienes el altavoz que tiene Musk para anunciar sus planes, amigos como Dorsey y otros capaces de construir caminos interesantes en lo que parece configurarse como la web del futuro, y las santas narices como para aguantar que un porcentaje muy elevado de tus usuarios coja la puerta y se vaya porque no quieren pagar, el camino puede parecer la mar de directo. Échalos pidiéndoles su tarjeta de crédito, reconfigura la plataforma mientras aún es relativamente pequeña como un servicio con alto valor añadido (redefine la verificación, ofrece inteligencia competitiva, pulso de la actualidad, canal de comunicación con vídeo y notas largas, medio de pago, identidad, etc.), borra las cuentas de los que se han ido para permitir a los que se queden que escojan el nombre que más les apetezca, trátalos bien, y espera a que los demás vayan volviendo a su ritmo, que seguramente volverán como también fueron volviendo a algunos medios tras erigir el temido paywall.

Todo esto, por supuesto, son meras especulaciones. Con Musk nunca se sabe. Pero las verdades, en la web y en los negocios, no son nunca unívocas, y los caminos para llegar a un fin nunca son únicos. Este es arriesgado, sin duda. Pero para Musk, el riesgo es un componente con el que no parece difícil convivir…

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