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París muestra el camino

IMAGE: E. Dans

Un buen artículo en Slate, «How Paris kicked out the cars«, pone en valor los esfuerzos de la alcaldesa de la ciudad, la española Anne Hidalgo, por conseguir una descarbonización de su ciudad gracias a la construcción de infraestructuras, al refuerzo del transporte público, y a las restricciones.

El icónico proyecto para convertir la avenida más famosa del mundo, los Campos Elíseos, en un jardín cada vez más peatonal y libre de automóviles, que data de hace ya más de dos años, se une a un ambicioso plan de creación de carriles para la circulación de bicicletas por toda la ciudad (más de mil kilómetros) y a una fuerte descarbonización del transporte, que están consiguiendo el objetivo de convertir el automóvil en una alternativa cada vez menos utilizada.

Entre 2001 y 2018, la circulación de automóviles se redujo en un 60%, y en un 35% entre la ciudad y su extrarradio. Los accidentes se han reducido en torno a un tercio, y las métricas de contaminación han caído de manera sensible. Además, el refuerzo del transporte público con nuevos carriles, tranvías y líneas de metro ha conseguido que la cantidad de viajeros se incremente en un 40% en ese mismo período de tiempo. La infraestructura de carriles-bici, además, es suficientemente ancha como para servir, en caso de emergencias, para reducir el tiempo de acceso de vehículos de bomberos o de otro tipo a menos de siete minutos. Y si cualquier parisino quiere optar por una bicicleta eléctrica para sus desplazamientos por la ciudad, puede obtener una subvención del 50% de su precio hasta los quinientos euros, seiscientos si se trata de una bicicleta de transporte de mercancías. Si lo que quieres es cambiar un vehículo pesado de reparto por uno eléctrico, pueden recibir hasta cincuenta mil euros.

Además, el próximo verano se creará una zona de bajas emisiones que excluirá a todos los vehículos antiguos, los más contaminantes, una prohibición del tráfico a través del centro de la ciudad y una reducción del espacio de aparcamiento en superficie a la mitad. La céntrica Rue de Rivoli, que estaba siempre sistemáticamente colapsada, está ya cerrada al tráfico de automóviles, y solo se ve transporte público, bicicletas y patinetes.

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Un planteamiento de ciudad que algunos critican y que tienden a ver como una concesión excesiva al turismo en detrimento de los residentes, que se quejan de problemas cuando tienen que entrar con sus vehículos para transportar algo, a una persona mayor, etc., pero que la realidad es que supone simplemente renunciar – o simplemente tener que organizarse mejor – a unas pocas cosas para lograr, a cambio, una calidad de vida infinitamente mejor: una ciudad que no envenena y reduce sistemáticamente la expectativa de vida de todos sus residentes. Más tranquila, menos ruidosa, menos estresante, y con mucha más lógica, como corresponde a dejar atrás la era en la que las ciudades se diseñaban únicamente en torno al automóvil y restringían a los peatones a espacios estrechos.

Un conjunto de iniciativas que deben ser desarrolladas a lo largo de plazos relativamente largos para promover un cambio de cultura, sin que los ciudadanos se encuentren de repente con un conjunto de restricciones que sientan que coartan excesivamente su libertad, y que cuando se plantean de la manera adecuada, tienden a obtener un apoyo mayoritario de los ciudadanos, a pesar de las obras, las molestias y los cambios constantes. En muchos sentidos, París está marcando una dirección, una forma de hacer las cosas que muchas otras ciudades europeas – y posiblemente también de fuera del continente – irán incorporando a lo largo del tiempo.

Veremos con el tiempo y la normalización de este tipo de ciudades cuántos alcaldes consiguen plantear visiones parecidas a las que Anne Hidalgo está consiguiendo convertir en realidad.

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