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¿El mundo al revés? ¿Qué está pasando en la adquisición de Activision Blizzard por Microsoft?

IMAGE: Microsoft, XBox and Activision Blizzard logos

Las noticias de la operación de adquisición de la compañía norteamericana de videojuegos Activision Blizzard por parte de Microsoft se están convirtiendo en todo un culebrón que se prolonga ya más de un año, y que se está caracterizando sobre todo por una curiosa cuestión: en términos de aplicación de la legislación antimonopolio, parece el mundo al revés.

Durante toda la historia reciente de la tecnología, nos hemos acostumbrado a un panorama muy habitual: las autoridades antimonopolio de los Estados Unidos autorizaban prácticamente cualquier cosa sin pestañear, incluidas auténticas barbaridades como que en una industria cualquiera, el primer competidor adquiriese al segundo, mientras sus homólogos europeos tendían a ejercitar un nivel de prudencia muy superior y solían bloquear o imponer condiciones restrictivas a muchas operaciones.

En este caso, nos encontramos con que la FTC norteamericana fue la primera en elevar una demanda para bloquear la adquisición y que ha sido seguida por las autoridades británicas, mientras que las autoridades antimonopolio de la Unión Europea y las de China ya han, en cambio, otorgado su visto bueno.

¿Qué circunstancias acompañan a una descomunal operación de 75,000 millones de dólares que implica a dos compañías del S&P 500? La cuestión principal, aparentemente, gira en torno a la reducción de las opciones para los usuarios. En esa discusión, Microsoft comenzó tratando de reducir la importancia de Activision Blizzard diciendo que no tenía videojuegos indispensables – a pesar de ser propietaria de títulos como Call of Duty, Crash Bandicoot, Guitar Hero, World of Warcraft, StarCraft o la saga de Candy Crush, entre otros muchos. Cuando se evidenció que ese argumento era directamente absurdo, pasó a comunicar una visión de diversidad y de la importancia de la elección, y cerró acuerdos para garantizar la presencia de títulos como Call of Duty en la plataforma rival.

En realidad, y según la compañía, la operación no tiene tanto que ver con la disponibilidad de los juegos en las distintas plataformas, sino con el desarrollo de lo que creen que podría ser «la próxima internet«, un entorno en el que los jóvenes ya no van a jugar, sino a relacionarse. Una visión de los videojuegos como las nuevas redes sociales, que trasciende con mucho la importancia de los títulos que pueda tener Activision Blizzard, y apunta más a incorporar su ingeniería y su capacidad de desarrollo para crear esas nuevas plataformas, que pasarían a tener una importancia estratégica descomunal.

El hecho de que muchos jóvenes, efectivamente, estén utilizando plataformas de videojuegos simplemente para interaccionar entre sí, prescindiendo en muchos casos de la supuesta mecánica del juego – como entrar en un first-person shooter pero no pegar ni un solo tiro, podría ser interpretado como un interés por los entornos tridimensionales inmersivos, y conectar con esa evolución del metaverso de la que se habló de manera casi obsesiva hace alrededor de un año, pero que se diluyó a medida que íbamos comprobando que quien la impulsaba, Meta, pretendía vendernos simplemente un «videojuego glorificado», un entorno propietario en el que todo estaba condicionado a su acuerdo de términos de servicio.

En muchos sentidos, lo que parece proponer Microsoft podría responder a lo mismo: un entorno tridimensional inmersivo que sirviese como plataforma de relación, aunque es aún muy pronto para interpretar cuál sería el nivel de apertura que proponen. La cuestión es curiosa, porque cuando la operación de fusión comenzó, el metaverso parecía ser el concepto central y objeto de constantes conversaciones, pero el tiempo que está tomando su aprobación nos ha llevado a un nuevo panorama en el que nadie habla del metaverso y se tiende a homologar con algo passé, con un modelo que no triunfará hasta que no se base en estándares abiertos, como ocurrió con la web a mediados de los ’90.

¿Logrará Microsoft convencer a la FTC de Lina Khan en los Estados Unidos y a las autoridades antimonopolio del Reino Unido de que la operación no supone una reducción de las opciones para el usuario? ¿O hay otras razones para el bloqueo? ¿Se debe la aprobación de la Unión Europea a una reflexión de este tipo, o simplemente a lo bien engrasado que está el lobbying de Microsoft en Bruselas? En muchos sentidos, una operación tan grande se está convirtiendo en una oportunidad para entender cuáles van a ser las preocupaciones del regulador en distintos entornos, y para ver el escenario que espera a las Big Tech en un futuro cercano.

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