audioClubhousefamilyGeneralhabitshealthpodcasting

¿Cuánto audio es demasiado audio?

IMAGE: Rupixen - Pixabay (CC0)

Hoy, Marimar Jiménez, de El País / Cinco Días, dedica un artículo a Clubhouse, «Clubhouse suma 10 millones de usuarios y hace imparable el fenómeno del ‘audio social’» (pdf) e incluye algunos de mis comentarios. La aplicación sigue siendo, en efecto, un fenómeno en términos de patrón de adopción rápida y exitosa, a pesar de estar aún únicamente disponible para iPhone (deberíamos recordar otro fenómeno de adopción masiva de hace algunos años, Instagram, que estuvo varios años también en esa situación), acaba de anunciar una plataforma para que creadores de contenido exitosos puedan pensar en monetizar su participación, y se empieza a encontrar con una competencia importante procedente no solo de aplicaciones muy consolidadas como Discord, sino también de otras incipientes pero potencialmente muy potentes, como los Spaces de Twitter.

Sin duda, estamos viendo la consolidación del fenómeno del audio social, que va más allá de la idea de esos podcasts que llevan muchísimos años esperando su turno para convertirse en the next big thing (populares sí, pero…), y a los que todo indican que podrían adelantar en cuanto a horas de consumo habitual. Hoy, el Washington Post dedica un interesante artículo al crecimiento de este tipo de aplicaciones de audio, «From podcasts to Clubhouse, audio is filling more of our time. For some families, that’s a problem«, planteándose precisamente eso: el tiempo que dedicamos a consumir audio, y cómo ese tiempo, unido al que ya dedicábamos a mirar a nuestra pantalla, puede convertirse en un obstáculo para nuestra atención a otras cosas, incluso a la vida familiar.

El audio, por lo general, presenta un patrón de consumo diferente al de la simple pantalla: cuando leemos o vemos cosas en una pantalla, nuestro canal auditivo permanece abierto, y podemos dedicarlo a otras actividades – dentro de un orden. Podemos pasar tiempo mirando nuestra pantalla, pero seguramente, contestaremos a una conversación – tal vez con atención relativamente difusa, según el contenido que estemos consumiendo – o estaremos preparados para acudir si alguien nos llama para algo. El audio, en ese sentido, es diferente: ponernos los cascos y escuchar implica, en muchos casos, desconectar del ambiente en el que estemos, y más aún cuando utilizamos cascos con cancelación de ruido. Además, si lo que escuchamos en un podcast, que podemos gestionar como queramos y detener en el momento que estimemos oportuno, esa atención podrá posiblemente simultanearse con otras tareas. Pero si lo que estamos haciendo es escuchar en un modelo sincrónico como el de Clubhouse, en el que además, tendemos incluso a estar atentos a la pantalla para ver detalles como la estructura de la sala (quién está hablando en cada momento, quiénes están como participantes activos y quiénes como audiencia, etc.), el aislamiento resulta mucho mayor, y podemos encontrarnos con patrones de consumo verdaderamente exclusivos.

Si añadimos algunos detalles del funcionamiento de la app, como su sistema de notificaciones, el patrón puede ser incluso más adictivo: ante una notificación de que uno de tus contactos está participando en Clubhouse, si tocas esa notificación, te encontrarás de repente metido ya en esa sala, lo que, si es pequeña o tu contacto te conoce y te ve aparecer, puede redundar en ocasiones en una posible interpelación y una invitación a hablar. Poco recomendable para quienes gusten de conversaciones largas, y decididamente, nada recomendable si pretendes dejar Clubhouse u otra app similar encendida mientras conduces, porque por mucho que sea audio, requiere una cierta atención a la pantalla en determinados momentos, que además, debido a la presión del directo, se plantean como aparentemente inaplazables.

El principal problema de Clubhouse en ese sentido es precisamente ese: dado que las conversaciones no se almacenan, estás ante un «si pestañeas, te lo pierdes», un modelo de atención que se convierte fácilmente en exclusivo y en el que, si el tema te interesa, te «secuestra» fácilmente, en ocasiones durante una hora o más. Porque además, y para terminar de fastidiarla, muchas conversaciones en Clubhouse se alargan en el tiempo de manera implacable, en parte porque aún no se ha definido de manera demasiado fija el modelo de participación y hay muchos que gustan de escucharse a sí mismos. En el futuro veremos salas dedicadas a escuchar a una persona casi en modo conferencia, junto con conversaciones abiertas más o menos grandes y conviviendo con otros modelos, pero por el momento, es un poco totum revolutum y el principal problema viene, desde mi punto de vista, de quienes no acotan la duración prevista de las conversaciones y terminan dando lugar a sesiones insoportablemente largas.

Por la razón que sea, en un terreno en el que había no pocos participantes, Clubhouse se ha convertido en el detonante de la popularización de un fenómeno: estamos ante la adopción del audio social como tendencia habitual de consumo de contenidos. A partir de aquí, que cada uno haga lo que quiera y dedique el tiempo que estime oportuno. Pero cuidado con el fenómeno: es adictivo y de consumo bastante exclusivo. Plantéatelo de la manera adecuada y con respeto a tu situación y a quienes te rodean, no sea que termines en una habitación… pero no de Clubhouse, y más solo que la una.


Related Articles

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

Back to top button