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El gran timo del hidrógeno

IMAGE: OpenAI's DALL·E, via ChatGPT

Una entrada en LinkedIn de Jan Rosenow, director de programas europeos del Regulatory Assistance Project (RAP), un equipo global de expertos en energía altamente cualificados, sobre cómo la industria del gas pretende promover el uso de hidrógeno para calefacción doméstica, me estimuló para escribir el primer comentario y, tras armarme de los correspondientes artículos fehacientemente demostrativos, para ponerme a escribir de forma un poco más estructurada.

La industria del petróleo está empeñada, caiga quien caiga, en convertir el hidrógeno en una tecnología capaz de salvar su modelo de negocio. La cuestión parece sencilla: dado que el hidrógeno es un producto secundario que se obtiene durante las fases de destilación y producción del petróleo y el gas, la idea de aprovechar sus infraestructuras para seguir vendiendo hidrógeno con la idea de que es «limpio» parece atractiva y potencialmente interesante. Después de todo, el hidrógeno es un gas inflamable, así que puede seguir utilizándose mediante la combustión para muchos usos similares a los que protagonizaba el gas.

¿Dónde está el problema? Obviamente, que si el hidrógeno es el resultante de un proceso industrial altamente contaminante a partir de combustibles fósiles, deja automáticamente de ser una fuente de energía limpia. No solo no lo es, sino que es fuertemente contaminante, una solución falsa, por no llamara directamente un timo o una estafa. Y el problema es que, en la actualidad, más del 97% del hidrógeno en el mercado es producido a partir de ese tipo de procesos, lo que hace que las petroleras tengan un enorme interés en el desarrollo de ese mercado.

El hidrógeno es una gran mentira, equivalente a cuando la industria del petróleo cambió el nombre al metano, un combustible fósil, para rebautizarlo como «gas natural», que tenía mejor marketing de cara a la emergencia climática y conllevaba la falsa idea de que era un producto limpio e inofensivo. Del mismo modo, ha intentado colocar su hidrógeno como un producto limpio y ecológico, cuando la gran realidad, muchas veces denunciada, es que no solo no lo es, sino que es especialmente dañino, peor incluso que el uso del carbón.

Desde que comenzó este marketing sin sentido, numerosas evidencias han demostrado que se trata de una barbaridad. Sabemos perfectamente que pretender utilizar hidrógeno en la automoción es una estupidez sin sentido e ineficiente energéticamente, ni siquiera en el caso de los camiones más grandes y pesados. Varias marcas de automoción tradicionales han abandonado ya sus proyectos relacionados con el hidrógeno, bien por su fracaso comercial o por la imposibilidad de crear una carísima y peligrosa infraestructura de abastecimiento. Los incautos que creyeron en aquellas promesas siguen esperando, víctimas de una estafa, por un futuro que no va a llegar, y viendo como las escasísimas «hidrogeneras» desaparecen progresivamente y les dejan con un automóvil prácticamente inútil.

Pero más allá de los automóviles, el transporte en general da marcha atrás en esos proyectos: Ikea ya ha abandonado su idea de una flota de camiones impulsados por hidrógeno, los trenes alemanes de hidrógeno que se lanzaron con gran fanfarria mediática ya están desmantelados, e incluso Maersk ha abandonado el proyecto de impulsar sus barcos portacontenedores mediante hidrógeno. Por grande, mediano o pequeño que sea el vehículo, el hidrógeno es cada vez más visto como una alternativa sin ningún sentido en el transporte.

Los casos de uso del hidrógeno han ido desapareciendo a lo largo de los últimos 25 años, al mismo ritmo que las compañías intentaban ponerlos en práctica, y las previsiones sobre su demanda de aquí al año 2100 son que caiga, no que crezca, para desilusión de las grandes petroleras. Calentar hogares con hidrógeno es directamente una barbaridad ineficiente, como el propio Jan Rosenow demuestra en un estudio. Pero las fuerzas que intentan aprovechar las infraestructuras de distribución, fuertemente subvencionadas, a medida que el consumo de gas va reduciéndose, son muy poderosas, y tienen fondos para invertir durante años.

El hidrógeno tiene futuro, sí, pero no el que las grandes petroleras quieren que tenga. Veremos hidrógeno como almacenamiento energético para los excedentes de las instalaciones solares y eólicas, como firma de subsanar su natural intermitencia, y para algunos usos más, pero decididamente, no como esas compañías, las mayores responsables – o mejor, irresponsables – de la emergencia climática, pretenden. Cada vez que oigas la palabra «hidrógeno» en labios de alguien que te quiera vender algo, ya sabes: los intereses de la industria del petróleo están detrás. Y es mentira. Una enorme y asquerosa mentira.


This article is also available in English on my Medium page, «Why is the oil industry so keen to promote hydrogen as the fuel of the future

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