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Entendiendo la descarbonización

IMAGE: IE Insights

Desde IE Insights me pidieron un artículo para su especial «Ideas to shape the future«, que con ocasión de los cincuenta años de la fundación de IE University, recorre cuatro ámbitos – sociedad, poder, educación y creatividad – y recopila artículos de veintisiete autores sobre diversos temas de futuro.

Mi artículo se titula «The key technological drivers of decarbonization« (pdf), y es una recopilación no ideológica, sino puramente técnica, de las razones por las cuales la descarbonización como transición tecnológica más importante de la historia de la humanidad tiene absolutamente todo el sentido.

En primer lugar, el consenso absoluto: el 100% de los científicos están de acuerdo en que existe un calentamiento del planeta, y en que ese calentamiento, además, es antropogénico, es decir, debido únicamente a la acción del hombre. Todo el que dude de esto, por tanto, es un ignorante o un irresponsable, y debería ser inmediatamente apartado de todo centro de decisión.

En segundo, el papel de la industria de los combustibles fósiles, que conociendo perfectamente la magnitud del problema desde hace décadas, escogió deliberadamente mentir al público y conseguir que los medios generasen la idea de que esa conclusión era algo potencialmente sujeto a debate y discusión, poniendo claramente sus beneficios empresariales por delante del futuro del planeta.

Sin embargo, y a pesar de las maquinaciones de esa intrínsecamente perversa industria, es importante entender que la transición energética va a producirse, y no porque queramos ser más limpios o más responsables – que desgraciadamente no es el caso en buena parte de la sociedad – sino porque la tecnología es superior, tanto en el sentido de eficiencia y de limpieza, como en un sentido financiero, que parece ser el que importa en un esquema de economía capitalista.

¿Por qué es mejor? Simplemente, porque las principales tecnologías implicadas en la transición, los paneles solares, y las baterías, están sujetos a fortísimas economías de escala. A lo largo de las últimas décadas, emulando lo ocurrido en los chips con la empírica Ley de Moore, tanto los paneles solares como las baterías han ido disminuyendo su coste de fabricación a medida que se fabricaban más unidades, alcanzando reducciones superiores al 99%. Pero además, esas reducciones se han acompañado de importantes incrementos en su eficiencia: los paneles solares y las baterías son ahora mucho más eficientes que hace algunos años, pero además, son mucho más baratos.

Entender esto es absolutamente fundamental, porque nos ha llevado no solo a que la energía solar sea, con mucho, la más barata de la historia, sin a que, además, sea perfectamente posible plantear un escenario en el que la totalidad de la actividad humana se alimente únicamente de fuentes renovables. Aún quedan muchos ingenieros desactualizados que negarán esto como si les fuera la vida en ello: pues bien, son exactamente eso, ingenieros desactualizados que deben ser alejados de cualquier toma de decisiones (nótese que no estoy citando artículos de prensa, sino estudios científicos rigurosos y perfectamente revisados).

Por otro lado, los paneles solares no solo son económicos, sino que tienen una durabilidad superior a los veinticinco años sin deterioro significativo de sus prestaciones. Las baterías, por su parte, tienen también durabilidades crecientes, pero además, son necesarias en cantidades mucho menores frente a lo que algunos estimaban inicialmente de cara a mantener un sistema basado íntegramente en renovables. Y sobre todo, haciendo frente a una de las mayores mentiras alimentadas por la industria de los combustibles fósiles, tenemos en el planeta y en condiciones de explotación razonablemente económicas todos los elementos necesarios para llevar a cabo la transición energética: tanto el litio como las tierras raras son mucho más abundantes de lo que se estimaba originalmente, y si creíamos que no era así, era simplemente porque no eran consideradas estratégicas y no las habíamos buscado lo suficiente. ¿Es minería, y por tanto, no inofensiva? Por supuesto, pero todo lo que extraíamos anteriormente mediante procedimientos similares o peores también lo era, y nunca estuvo sujeto a demasiada discusión. El oro y los diamantes son cuantitativamente más perjudiciales que la extracción de litio o de tierras raras. Y con el litio, además, hablamos no de la única tecnología utilizada en las baterías ni necesariamente de la más eficiente: el sodio, uno de los elementos más abundantes en el planeta, se perfila como fundamental en la evolución de la química de las baterías.

La descarbonización, por tanto, está teniendo lugar no por ideología, sino por puro pragmatismo: ni es interpretable, ni está politizada como pretenden algunos, ni es aplazable: es, simplemente, cuestión de lógica económica, puro pragmatismo. El mismo que lleva a que la adopción del vehículo eléctrico crezca cada vez más: no porque queramos ser más limpios, sino porque son sencillamente mejores.

Lo único que tiene sentido hoy en día respecto a la descarbonización es, en primer lugar, aceptarla como deseable e inexorable sin rechistar, y, en segundo, presionar al máximo a nuestros políticos para que le den la máxima importancia y la máxima prioridad al tema en lugar de simplemente usarlo para dar un brochazo de color (verde) a sus programas. Dejar de plantearlo como «deseable» o como «apetecible», y exigirlo como elemento más importante en toda opción política que aspire a la gobernabilidad. Es lo único que realmente tiene sentido que hagamos como sociedad.

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