Generalinnovationmonopolisticregulationtech companiestechnology

Innovación y concentración industrial

IMAGE: Michal Jarmoluk - Pixabay (CC0)

Un interesante artículo largo de James Bessen en MIT Tech Review, «How big technology systems are slowing innovation«, incide en hasta qué punto la concentración en la industria tecnológica se ha convertido en un obstáculo para la innovación, prácticamente convirtiendo en un mito la capacidad innovadora de entornos como Silicon Valley.

El artículo intenta demostrar cómo el crecimiento desproporcionado de los gigantes tecnológicos y sobre todo, sus estratosféricas valoraciones, han definido un entorno en el que la innovación se ve restringida a lo que ocurra en el seno de esas grandes compañías, porque cualquier otra que lo intente carece prácticamente de oportunidades de desarrollo más allá de dejarse adquirir por una de las grandes. Para las compañías más pequeñas que de verdad logran innovar, el camino pasa por retirarse a algún nicho poco explotado por las big tech, y eventualmente, si logran seguir probando el valor de su tecnología o de su cartera de patentes, a ser adquiridas.

Ese dominio inapelable por parte de unas pocas compañías genera un poder sobre el mercado que termina por alejar de manera realista prácticamente cualquier posibilidad de disrupción. Las big tech pueden dedicar a la investigación muchísimos más recursos que los que pueden llegar a tener las compañías más pequeñas, y ahora, cuando los datos se han convertido en fundamentales, cuentan con muchísimas más posibilidades para generarlos. Pero además, y llevadas por una legislación completamente permisiva desde mediados de los años ’80, las compañías grandes han aprendido que cualquier atisbo de disrupción debe ser rápidamente puesto bajo control, bien mediante una adquisición o mediante la copia de su modelo. En algunos casos, los intentos de adquisición o de copia se convierten en auténticas persecuciones, que terminan por agotar las posibilidades competitivas de las compañías pequeñas.

El fenómeno produce también una alteración del panorama de las startups, que pasan a necesitar ciclos mucho más largos para ser capaces de triunfar. Esta circunstancia las hace además menos atractivas a los fondos de capital riesgo, que tienen que prever salidas potencialmente menos rentables y más alejadas en el tiempo, lo que distorsiona el panorama competitivo y, sobre todo, genera entornos mucho menos democráticos.

La enorme cantidad de adquisiciones emprendidas por las big tech durante la primera década y la mitad de la segunda del presente siglo se ha visto ahora interrumpida por un ritmo mucho más cansino: cada vez más enfrentadas con un clima regulatorio más complejo, y con un dominio que les permite ya preocuparse por muy pocas cosas, las big tech solo se lanzan ahora a operaciones para las que o bien puedan prever poca intromisión regulatoria, o sean realmente percibidas como clave. El resultado es una ralentización de esas adquisiciones y, por tanto, menos oportunidades de salida del capital inversor en startups, lo que también contribuye a generar menos oportunidades.

La única posibilidad de revertir esta tendencia parece ser la regulación, una posibilidad que genera auténtico pavor entre las big tech y que no siempre se lleva a cabo de la manera adecuada, pero cuya necesidad se evidencia cada vez más. Lo que hace no tantos años era un entorno furiosamente competitivo y lleno de oportunidades, prácticamente ha dejado de serlo, y es simplemente un tablero en el que las grandes compañías trazan sus estrategias, llegan a acuerdos y mueven sus piezas a su antojo.

La administración Biden, que comenzó su mandato situando en los órganos regulatorios a prominentes académicos partidarios de la intervención gubernamental en el campo de la legislación antimonopolio como Tim Wu o Lina Khan, parece estar perdiendo fuelle y no estar siendo capaz de hacer realidad prácticamente ninguna de sus promesas de reforma. La restauración competitiva del panorama tecnológico norteamericano parece estar siendo mucho más compleja de lo que se esperaba, hasta el punto de que ni siquiera personas que han dedicado su vida y su investigación a ello son ahora capaces de enderezarla. Ahora, compañías con un peso enorme en la economía norteamericana son precisamente las que están haciendo de su sector tecnológico un entorno cada vez menos innovador. Toda una paradoja.

Related Articles

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

Back to top button