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La falacia del análisis estático en las transformaciones tecnológicas

IMAGE: Alexander Schimmeck - Unsplash

Cuando se intenta hablar con cierta seriedad de la mayor transición tecnológica de la historia, que es sin duda el abandono de los combustibles fósiles y su sustitución por la electricidad, es tremendamente habitual encontrarse con una serie de objeciones frecuentes que apuntan a cuestiones como la escasez de las materias primas necesarias o la dificultad del reciclaje de algunos componentes.

Como si fueran moscas acudiendo a la miel, los críticos inmediatamente escupen argumentos, generalmente muy poco procesados, del tipo «no hay suficiente litio para tantas baterías», «las tierras raras son muy escasa y están todas en manos de China», o «las baterías no se pueden reciclar y son terriblemente contaminantes».

¿La realidad? La práctica totalidad de esos argumentaciones provienen de un análisis estático, algo completamente obsoleto y absurdo cuando hablamos de transiciones tecnológicas. ¿Imaginamos que alguien hubiese pretendido dimensionar la cantidad de paneles solares y baterías necesarios para abastecer de electricidad un territorio, pero hace quince o veinte años? Con el precio que tenían los paneles y las baterías entonces (que se ha rebajado en un 99% y un 97% respectivamente) y su eficiencia (que se ha incrementado sensiblemente), la idea era simplemente inimaginable, aparentemente imposible de plantear. Sin embargo, el comportamiento de esas tecnologías a medida que se desarrollaban era empíricamente bien conocido y predecible, y tomar decisiones basadas en un análisis estático que no tuviese en cuenta esa evolución era ya no simplemente falaz, sino directamente estúpido.

Con las materias primas ocurre exactamente lo mismo. Juzgar el papel del litio o de las llamadas tierras raras cuando son elementos que nunca habían generado el interés que generan ahora es producto de un absurdo análisis estático que no tiene en cuenta lo evidente: que a medida que se incrementa el interés por esos elementos, se buscan más y mejor.

La evidencia científica ya apunta a que nuestro planeta tiene todas las materias primas necesarias y más para llevar a cabo la transición tecnológica que supone la descarbonización. El litio, que inicialmente se creía limitado a algunos depósitos de gran importancia en países muy concretos como Australia, Bolivia o Chile, resulta que no solo se había subestimado la magnitud de esos depósitos, sino que además, aparecen importantísimos depósitos adicionales de litio en cada vez más sitios, desde India hasta Arkansas, pasando por Afganistán, además de nuevos procedimientos mucho más ecológicos para su extracción en países como el Reino Unido. Actualmente sabemos que la minería del litio es no solo cada vez más sencilla y menos agresiva, sino que se puede llevar a cabo de manera muy eficiente. En este momento, la mayoría de las estimaciones apuntan a que nunca llegaremos a utilizar todo el litio del que disponemos.

¿El cobalto? De repente, es superabundante, aunque dadas las condiciones de su minería – un problema obviamente no tecnológico, sino de otro tipo – tienda a ser un componente cada vez menos utilizado por los fabricantes. Las baterías actuales incorporan ya menos de un 3% de cobalto, y en la próxima generación no utilizarán ninguno.

¿Las tierras raras? Claro, se llamaban «raras»… porque simplemente, no había demasiado interés en ellas y, por ello, no se buscaban lo suficiente. De la creencia original que apuntaba a que la gran mayoría de los yacimientos de esas tierras raras estaban en manos de China, resulta ahora que el valor estratégico de esos elementos para ese país disminuye cada vez más debido a la aparición constante de yacimientos económicamente explotables en cada vez más sitios que podrían redefinir las relaciones estratégicas: desde Suecia hasta Turquía, además de nuevos procedimientos para extraerlas de manera más eficiente.

Con el reciclaje pasa exactamente lo mismo: lógicamente, cuando la mayoría del litio estaba en pequeñas baterías en smartphones y otros aparatos de electrónica de consumo, el reciclaje no solo era complejo, sino económicamente ruinoso. Nadie crea una planta de reciclaje para extraer los muy escasos gramos de litio que hay en un aparato de electrónica de consumo. Pero a medida que los vehículos eléctricos crecen en cuota de mercado, el reciclaje pasa a ser una cuestión cada vez con más potencial económico. Y dado que el litio, contrariamente a lo que ocurre con los combustibles fósiles, no se quema ni genera gases tóxicos en su ciclo de utilización, lo que se hace es triturar los componentes de las baterías y usarlos, simplemente, para hacer cátodos que se utilizan en nuevas baterías. Obviamente, no es un proceso circular y es necesario un aporte de energía, pero está muy lejos de ser el supuesto e infundado «apocalipsis tóxico» que he llegado a escuchar de algunos escépticos.

Y mientras reflexionamos sobre la futura economía del litio, ya hay varias líneas de investigación que apuntan a importantes disrupciones en el desarrollo de baterías que ya no lo utilizan, y que lo sustituyen además por otros materiales especialmente abundantes como el sodio o el aluminio. En tecnología, los análisis estáticos son prácticamente siempre absurdos, auténticas falacias conceptuales. Para llevar a cabo análisis mínimamente serios y consistentes, es importante que aprendamos a descartarlos.


This post is also available in English on my Medium page, «The fallacy of static analysis and why so many arguments against decarbonization are based on it»

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