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La necesaria electrificación del transporte público en las ciudades: el caso de Zaragoza

IMAGE: Irizar

El anuncio de la electrificación integral de la flota de autobuses urbanos de Zaragoza, la quinta ciudad más poblada de España con más de 680,000 habitantes, es una de esas noticias que se encuadran en una tendencia fundamental de cara a la descarbonización de las ciudades, y que demuestra que las cosas se pueden llevar a cabo cuando existe voluntad para ello.

Un proyecto que prevé la sustitución de la totalidad de la flota de autobuses en cuatro años con vehículos fabricados por la compañía española Irizar, que hace posible que la ciudad pueda plantearse la neutralidad en emisiones para el año 2030. Actualmente, la flota está compuesta por cuatro autobuses cero emisiones, 111 unidades híbridas y 237 vehículos diésel. El plan de modernización supone una inversión de 58 millones de euros, que podrá recuperarse a lo largo de la vida útil de los vehículos gracias a que su precio superior se ve compensado por unos costes de operación mucho menores, fundamentalmente derivados de un consumo más reducido de energía neta y por unos gastos de mantenimiento sensiblemente menores.

El primer pedido de 68 vehículos, compuesto por 51 autobuses convencionales de 12 metros y 17 articulados de 18 metros, ya se ha tramitado, y se está trabajando en la conexión de la estación con una central eléctrica transformadora, desde la que se llevará una línea de alta tensión que alimentará una red interior de distribución en media tensión y los correspondientes transformadores para las subestaciones y los cargadores individuales. La carga de los vehículos se llevará a cabo mediante pantógrafos invertidos, que no requieren manipulación para su operativa, montados en una estructura fija en cocheras, y cada autobús alojará las pletinas de conexión en su techo. De momento está prevista la instalación de 75 cargadores, 37 de ellos para los buses de 12 metros y 38 de mayor potencia que podrán ser usados también por los de 18 metros (cuya batería tiene mayor capacidad al mover más peso). Además, se dispondrá de un cargador adicional semirrápido de 300 kW para la cobertura de situaciones imprevistas. 

Para las ciudades, resulta fundamental que la recuperación de las infraestructuras de transporte público tras la pandemia se lleve a cabo con los adecuados criterios de sostenibilidad. Muchos, de hecho, abogan por la consideración del transporte en las ciudades como un bien público que debe sufragarse como tal, dado que el futuro nos aboca a una restricción cada vez más significativa de los vehículos de combustión interna si queremos evitar que las ciudades sigan envenenando sistemáticamente a sus habitantes.

Pero independientemente de su consideración de bien público, la realidad es que los autobuses eléctricos tienen todo el sentido del mundo desde un punto de vista económico. Diseñar un plan de reducción de emisiones basado en vehículos híbridos – la mayor mentira de la historia de la automoción – o propulsados por gas natural es un error si tenemos en cuenta que su coste total de propiedad no puede en ningún caso compararse con el de los vehículo eléctricos. La alternativa del hidrógeno, por otro lado, sigue chocando con el problema de que la inmensa mayoría del hidrógeno producido proviene aún de fuentes no sostenibles, lo que lo convierte en una falsa solución al problema.

Un transporte público no contaminante es fundamental de cara al futuro de las ciudades. A ver si cunde el ejemplo.


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