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Scarlett Johansson, su voz y sus derechos…

IMAGE: Depositphotos

El litigio entre Scarlett Johansson y OpenAI a cuenta del posible uso de una voz extremadamente similar a la de la actriz en el asistente de inteligencia artificial generativo de la compañía tiene algunas cuestiones que lo convierten en bastante interesante.

En primer lugar, el hecho de que es la actriz la que, tras comentarios de algunos amigos suyos, decide asesorarse legalmente, denunciar el hecho y demandar la retirada de la voz, a lo que OpenAI accedió rápidamente. Tras pausar ese uso, la compañía ha entablado conversaciones con la actriz, pero afirma que, aunque el paralelismo con el papel de la actriz en la película «her» es evidente y el propio Sam Altman publicó una actualización en X con tan solo esa palabra, el parecido no está especialmente buscado, y de hecho, la voz corresponde a una actriz de doblaje que fue seleccionada bastante antes de las conversaciones con Johansson.

¿Termina ahí la cuestión? Obviamente, no podemos pedir a una actriz de doblaje que deje de trabajar o que diga que no a determinados trabajos por el hecho de que su voz se parezca a otra o la evoque, del mismo modo que no podemos denunciar a un ventrílocuo o a un imitador por tener una factoría de voces en su garganta. A partir de aquí, ¿supone una explotación de los derechos de Scarlett Johansson buscar un cierto parecido con su voz o con sus inflexiones juguetonas?

El caso de Scarlett Johansson es especialmente fuerte: la propia actriz ha denunciado anteriormente el uso de réplicas de su voz creadas mediante inteligencia artificial sin su consentimiento en anuncios, y ha confesado su enorme hartazgo y su incapacidad para hacer nada ante la gran cantidad de deepfakes pornográficos generados a partir de su imagen. Ahora, la misma actriz a la que internet le robó la imagen y la puso a hacer todo tipo de cosas que seguramente nunca haría delante de una cámara, se encuentra en una situación en la que una compañía con la que se negó a negociar el uso de su voz, ha decidido utilizar una que, aunque no es la suya, se le parece mucho y, decididamente, busca la evocación y la identificación, si no con ella misma, sí con su papel en una película. ¿Implica el hecho de ser universalmente conocida o deseada perder necesariamente el control sobre nuestra imagen o nuestra voz? ¿Protagonizará Scarlett una nueva versión de La Sirenita, con Sam Altman en el papel de la malvada Úrsula que le roba la voz?

¿Qué futuro ya muy cercano vamos a vivir con el desarrollo de cada vez más asistentes de inteligencia artificial? La huelga de actores y guionistas de Hollywood hace algún tiempo ya nos previno de esto: a partir de una muestra de prácticamente cualquier cosa, podemos generar prácticamente lo que queramos, sean guiones, voces o imágenes completas. A medida que la tecnología vaya adquiriendo más y más posibilidades, que sea capaz de capturar más patrones y generarlos, veremos más y más situaciones de este tipo. Para las siguientes generaciones, serán algo completamente normal.

Pobrecita Scarlett.

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