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Así es la muerte por envenenamiento

IMAGE: Foto RaBe - Pixabay

Un estudio recién publicado por la Organización Meteorológica Mundial sitúa los niveles atmosféricos de los tres principales gases que provocan efecto invernadero, dióxido de carbono, metano y óxido nitroso, en el 149%, el 262% y el 124% respectivamente con respecto a los niveles pre-industriales, su nivel más alto en toda la historia. Greta Thunberg se hace eco del tema en un tweet, y logra darle al estudio una visibilidad más acorde con su verdadera importancia.

Estamos experimentando, pura y simplemente, el envenenamiento de un planeta. Saturando su atmósfera con compuestos químicos generados a partir de la combustión indiscriminada de materiales, mayoritariamente combustibles fósiles, destinada a actividades y procesos industriales de todo tipo, a la movilidad mediante motores de combustión interna, y a producción de energía, hasta conseguir una inestabilización de los fenómenos climáticos que amenaza ya nuestra supervivencia como especie. Es algo tan absolutamente demencial – y más aún que haya personas dedicándose absurda y cerrilmente a negar la evidencia científica que prueba este proceso – que resulta muy difícil de imaginar, y que parece la trama de una mala novela de ciencia-ficción.

La salida de las restricciones de la pandemia ha dado lugar al crecimiento en emisiones más elevado de toda la historia. Si en algún momento pensamos que los confinamientos, con la parada de buena parte de la actividad industrial, representaban algún tipo de esperanza, podemos ir olvidándolo: a pesar de sufrir una pandemia respiratoria cuyos efectos se veían agravados en función de los niveles de contaminación, ni hemos aprendido nada, ni parece que pretendamos aprenderlo.

Muchas de las emisiones parecen provenir de los llamados ciclos de realimentación: a medida que las temperaturas medias se incrementan, los incendios masivos y la actividad de determinados ecosistemas, como las turberas o los fondos marinos, generan también gases como el dióxido de carbono o el metano almacenado en ellas. Cada vez más los grados de libertad que tenemos para actuar sobre el problema van desapareciendo, y con ellos, nuestras posibilidades de futuro.

Otro fenómeno, la guerra provocada por Rusia en Ucrania, parece estar jugando un papel algo diferente: el intento de varios países por reducir su dependencia de los hidrocarburos rusos está llevando a apuestas cada vez más generalizadas por las energías renovables, mucho más baratas y, sobre todo, rápidas en su despliegue que alternativas como la nuclear. Pese a numerosos mitos que afirman lo contrario, un país altamente industrializado como Alemania, por ejemplo, no ha incrementado ni sus emisiones ni su dependencia del carbón a raíz del conflicto, ni tampoco su riesgo de apagones, y sí ha logrado reducir de manera significativa su dependencia de fuentes de generación convencionales para depender mucho más de las renovables. Actualmente, Alemania genera un 44.8% de su energía a partir de fuentes renovables, es un exportador neto de energía, continúa su serie histórica de descenso de consumo de carbón, y mantiene sus planes para alcanzar el 100% de energía renovable en el año 2035.

Estamos envenenando y convirtiendo en inhabitable el único planeta que alberga nuestra especie. Cada día, un nuevo estudio científico prueba que esto es una realidad, pero las medidas para paliarlo siguen siendo lentas, vagas o directamente inexistentes. Es, sin duda, el mayor ejemplo de irresponsabilidad colectiva jamás visto en nuestra historia. Pero no pasa nada, que la orquesta siga tocando…

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