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Rediseñando el tejido de generación eléctrica para los nuevos tiempos

IMAGE: Andreas160578 - Pixabay

Es, sin duda, una de las primeras cosas de las que te das cuenta cuando instalas paneles solares: si tienes un vehículo eléctrico, que habitualmente cargabas por las noches debido al menor precio de las tarifas nocturnas, pasas a cargarlo durante el día, a las horas de más sol.

La transición tiene lugar de manera natural: no es necesario explicar a nadie que cuando tus paneles están generando a plena capacidad, llenar la batería de tu casa o la de tu vehículo es prácticamente siempre una opción mejor que verter ese excedente a la red.

Pero más allá de la economía doméstica, y dado el enorme giro que se espera en el mercado del automóvil en los próximos años, todo indica que una de las grandes máximas de la industria de la generación eléctrica, la de promover principalmente el consumo en horas valle nocturnas, va a tener que cambiar. Por el momento, los reguladores de la electricidad en varios mercados han dicho que por muchos vehículos eléctricos que se vendan, sus infraestructuras de generación pueden cubrir perfectamente la demanda incluso aunque esta se anticipase diez años, pero un simple ejercicio de sentido común nos dice que la posibilidad de distribuir el proceso de carga de las baterías de esos vehículos a lo largo de todo el día en lugar de concentrarla durante la noche puede tener mucho más sentido.

¿A qué se debe el cambio? Evidentemente, al paso de un tejido productivo fundamentalmente dependiente del carbón, del gas o de las nucleares, siempre funcionando y con excedentes nocturnos debido a la menor demanda, a uno basado en energías renovables e infraestructuras distribuidas, que funciona al revés: excedentes durante el día, y ausencia de producción durante la noche.

Así, un trabajo de investigación de Stanford University revela que, a medida que crece el parque de vehículos eléctricos, es necesario pasar de incentivar la carga nocturna, a intentar que esa carga tenga lugar durante el día, para adaptarse así a las necesidades de un tejido productivo rediseñado. Como hemos visto, una parte de esa transición se produce de manera natural: quienes tienen paneles solares en su domicilio (todas las casas de reciente construcción en un número creciente de estados norteamericanos y en otros lugares del mundo), llevan a cabo esa transición de forma lógica y voluntaria. Pero otra parte, en el caso de aquellos que no pueden instalarse sus propios paneles solares, es preciso incentivarla. ¿Cómo? Incentivando que se genere una amplia infraestructura de recarga en las empresas, para que algunos trabajadores recarguen sus vehículos en esos cargadores, y también extendiendo la infraestructura de puntos de recarga públicos.

Para mantener la estabilidad del tejido de generación, muchos de esos cargadores deberán, además, ser gestionados de manera inteligente, mediante algoritmos que balanceen la capacidad de carga de todos aquellos que no dependan de sus propias infraestructuras de generación, o incluso ofreciendo a quienes las tienen que las integren en sistemas gestionados centralizadamente, a modo de centrales distribuidas. El llamado smart EV charging, o carga de vehículos inteligente, se revela por tanto como una de las grandes promesas para estabilizar el tejido de generación eléctrica a nivel nacional, y posibilita, además, un desplazamiento del planteamiento de las horas pico y valle para adaptarlas a los momentos de mayor producción.

A medida que las centrales eléctricas evolucionan y pasamos de producir energía mediante hidrocarburos y nucleares a hacerlo mayoritariamente mediante renovables debido a sus menores costes y mayor sostenibilidad, máximas como la de promover el consumo nocturno irán desapareciendo, y veremos nuevas maneras de equilibrar la producción y la demanda. Al final, es pura lógica: si cambiamos la forma de producir y de consumir energía, la estructura del tejido de generación tendrá que cambiar también.

Para muchos, eso implicará cambios de hábitos y replanteamiento de muchas actividades. Pero no es nada imposible, ni que suponga ningún desastre: es, simplemente, fruto de la mayor transición energética de la historia de la humanidad. Y dado que dependemos de ella para que esa humanidad tenga futuro, cuanto antes lo entendamos y asimilemos, mejor para todos.

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