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Microsoft, su Surface… y el futuro del tablet computing

IMAGE: Przemyslaw Marczynski - Unsplash

Mi experiencia con el tablet computing viene de muchos años atrás: en el año 2003, cuando mi laptop aún con las pegatinas antirrobo de UCLA comenzó a quedarse corto, adquirí un Compaq TC1000 con un procesador Transmeta Crusoe, una máquina que había recibido múltiples premios de diseño y que tuvo una vida muy larga. Era la época en la que mis conferencias comenzaban a hacerse populares, y el ordenador cumplía un doble propósito: por un lado, era muy ligero y tenía todas las entradas y salidas necesarias para conectarlo a cualquier sistema audiovisual, y por otro, generaba un cierto efecto show off muy divertido debido a su originalidad 🙂

Aquella máquina, que aún conservo y que recorrió conmigo escenarios de medio mundo, me sirvió para convencerme de muchas cosas. En primer lugar, que la función táctil no me parecía en absoluto cómoda. En justicia, no era como ahora: la de aquel ordenador no se utilizaba con los dedos, sino con un lápiz con punta magnética alimentado con una batería AAAA muy finita especialmente diseñado para ello, que se almacenaba en un hueco en la propia pantalla. En los tres o cuatro años que estuve utilizando aquella máquina, pasar de teclear a usar la pantalla como táctil me pareció siempre incómodo, casi antinatural, y de hecho, lo hacía solo cuando no me quedaba más remedio. ¿Escribir con eso? Será porque estaba ya muy acostumbrado a teclear, pero me parecía un martirio, y no me generaba ninguna ventaja. ¿Dibujar? La verdad es que dibujo muy poco (solo sé dibujar árboles, así que si me pides que pinte un mono, pintaré un árbol y te diré que el mono está detrás), así que no soy nada representativo.

Hace algunos años, mis amigos de Microsoft me pidieron una conferencia sobre el futuro en la que comentase específicamente cómo veía a la compañía, que recientemente se había librado del nocivo y tóxico Steve Ballmer y contaba con un CEO infinitamente más interesante, Satya Nadella. De aquella conferencia, a la que fui con mi Mac – hacía ya entonces muchos años desde que me había pasado a Apple – salí encantado no solo por el feedback, que había sido muy positivo, sino también porque me regalaron una Surface con Windows RT la mar de mona, un dispositivo muy bien fabricado y terminado, de cuyo diseño la compañía estaba entonces profundamente orgullosa.

En aquel momento ya llevaba mucho tiempo usando dispositivos de Apple, mi único contacto con Windows era cuando usaba el ordenador del podio en las aulas en las que daba clase, y tenía cierta impresión de que, para un profesor de tecnología e innovación, perder la familiaridad que había tenido con ese entorno era una mala cosa. Hubo épocas, en los años en los que aún impartía clases de software, en las que mi familiaridad con Windows daba para reconocer incluso la «cara de error» de un alumno: no necesitaba ver su pantalla para decirle qué error había cometido. Con la sucesión de versiones de Windows, esa familiaridad se estaba perdiendo, y me parecía preocupante, así que puse un interés genuino e probar aquella Surface.

No fui capaz. Lo intenté, pero la experiencia ya no de la Surface, sino del tablet computing en general, me pareció que no igualaba para nada la de utilizar una laptop convencional, y que era algo solo aconsejable cuando no tenías otro remedio. Posteriormente he probado la version Apple del invento, el iPad Pro, y mi impresión ha sido básicamente la misma: a pesar de su conveniencia por ser más ligero, si puedo evitarlo, no lo utilizaré. No me parece un reemplazo digno para un ordenador portátil, y parece ser que mi opinión coincide con la de la mayoría de los analistas.

Durante esa evolución, he ido viendo cómo comenzaban a aparecer dispositivos de ese tipo en mis clases. Mis cursos son una buena ventana (en absoluto objetiva, pero no por ello menos interesante) para captar cómo evolucionan esas tendencias, así que es algo que siempre me ha generado curiosidad y que todos los años me lleva a contarlos y hacer algunas «estadísticas de andar por casa». Y en efecto, pude ver varios alumnos, dos o tres por grupo como mucho, que portaban dispositivos de tipo Surface o iPad Pro, y llegué a pensar que el fenómeno del tablet computing podía tener su nicho, y que mi ausencia de entusiasmo con ello podía deberse simplemente a que mi edad me hace más averso al cambio… vamos, ¡que voy viejo!

Sin embargo, leo en ZDNet que la división de Surface de Microsoft, que alcanzó su pico en 2022 con siete mil millones de dólares en ventas, ha experimentado una fuerte caída del 24% en sus ventas en lo que llevamos de 2023 y se esperan caídas similares o mayores en 2024, lo cual me genera impresiones no demasiado buenas. Que esas impresiones, además, coincidan con lo que fue mi experiencia de uso no tiene especial valor – de nuevo, mi experiencia podría estar sesgada por muchos factores – pero sí me lleva a pensar sobre ello. Apple no presenta cifras separadas para el iPad Pro, pero la evolución del iPad en su conjunto tampoco parece ser para vanagloriarse de ello: generalmente descendente si descontamos los picos que se corresponden con el lanzamiento de cada nuevo modelo.

Los tablets, en muchos sentidos, me generan la idea de estar centrándose en un uso «de sofá»: consumo de contenidos, alguna tarea sencilla como contestar un correo o navegar en la red, juegos… pero no me parece – podría por supuesto estar equivocado – que estén cumpliendo las expectativas de llegar a servir como un reemplazo del ordenador portátil. Seguramente haya usuarios que sí lo vean como tal, la capacidad del ser humano para adaptarse a las limitaciones de una herramienta y sublimar su uso es prácticamente ilimitada, pero no me parece que la evolución del mercado de tablets esté respondiendo a ese esperado fenómeno de sustitución.

Si además vemos que uno de sus proponentes, Microsoft, se encuentra con fuertes caídas de sus ventas en esa división, mi impresión vuelve a ser la de que los tablets planteados como sustitución de un ordenador, aunque puedan parecer en principio razonablemente atractivos, no son capaces de superar la prueba del uso cotidiano, y que ello lleva a que generen una escasa lealtad de uso y, por tanto, una repetición de compra baja. Microsoft no tiene por qué ser, en cualquier caso, significativa: su cuota de mercado en tablets es de un 11% frente a un 38% de iPadOS y un 49% de Android, pero incluso eso puede servir para interpretar que el uso de la gran mayoría de esos tablets no es exactamente el de servir para reemplazar a un ordenador portátil convencional.

¿Tiene futuro el tablet computing más allá de ser dispositivos para un uso relativamente marginal y no sustitutivo de un ordenador como tal? ¿Es mi opinión simplemente la de un perro viejo que ya no es capaz de aprender trucos nuevos? ¿Os veis usando un tablet o un dispositivo con pantalla táctil como ordenador de forma habitual? ¿Opiniones? ¿Experiencias?

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