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China y la descarbonización del mundo

IMAGE: OpenAI's DALL·E, via ChatGPT

Mi columna en Invertia de esta semana se titula «China y la descarbonización: ¿susto o muerte?» (pdf), y trata de ilustrar la estrategia de China de cara a la descarbonización del mundo: utilizarla para convertirse en la mayor potencia industrial a costa de generar emisiones de dióxido de carbono y gases de efecto invernadero durante más tiempo – la hipótesis de su gobierno es que esas emisiones alcanzarán su máximo en torno al año 2030 – mientras producen los elementos necesarios para que el resto del mundo sí pueda disminuir sus emisiones: fundamentalmente vehículos eléctricos, paneles solares y baterías.

Las razones de China son fundamentalmente históricas: consideran de justicia poder convertirse en «fábrica del mundo» porque Occidente fue quien provocó la emergencia climática a fuerza precisamente de cimentar su poderío económico en unas emisiones completamente descontroladas durante muchas décadas.

Ahora, la Secretaria del Tesoro estadounidense, la economista Janet Yellen, afirma que la imposición de aranceles a China está sobre la mesa para evitar que China sature los mercados con sus productos y perjudique a la industria norteamericana. Una alternativa que, dada la pasividad de la mayor parte de una industria occidental que prefiere ralentizar la descarbonización para seguir facturando gracias a la venta de productos contaminantes, podría resultar enormemente perjudicial para el proceso de descarbonización global. Básicamente, si no se permite a China producir y vender, por ejemplo, sus vehículos eléctricos, es verdaderamente difícil plantear que será la conservadora y esclerotizada industria automovilística occidental, empeñada aún en la producción de vehículos de combustión interna o en falacias como la del vehículo híbrido, quien lo haga.

En el caso de otras tecnologías fundamentales en la descarbonización, como los paneles solares o las baterías, la situación es aún peor, porque las alternativas existentes fuera de China son escasas y, por lo general, no muy competitivas. Durante las últimas décadas, la inversión de China en investigación, desarrollo y fabricación de estos productos ha sido significativamente más elevada que la del resto del mundo, lo que la ha convertido en una auténtica potencia. Plantear esos mercados sin la participación de China o con sus productos sujetos a unos aranceles abusivos daría lugar a un fuerte retroceso en la implantación: para entendernos, a vehículos eléctricos, paneles solares y baterías más caras durante más tiempo.

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¿Es realmente eso lo que queremos hacer, sobre todo cuando sabemos fehacientemente que la ecuación de producción de un vehículo eléctrico, de una batería o de un panel solar, aunque obviamente genere emisiones, es siempre netamente positiva cuando comparamos esas emisiones con las emisiones que ahorra gracias a su uso? Un panel solar o una batería ahorra emisiones desde el momento de su instalación y durante un período de tiempo prolongado, en el que esos ahorros compensan claramente las emisiones provocadas por su fabricación. Un vehículo eléctrico siempre ahorra emisiones, incluso cuando se alimenta de energía producida de forma contaminante. Por tanto, el efecto sobre la atmósfera mundial, a pesar de que China contamine más, es netamente positivo, porque los productos fabricados ahorran más emisiones de las que generan. ¿De verdad queremos retrasar esos efectos simplemente porque pretendemos, y sin demasiada convicción, «quitarlos a ellos para ponernos nosotros»?

¿Queremos beneficiar a industrias reaccionarias como la automovilística, que lleva años ralentizando la transición al vehículo eléctrico y haciendo lobby para que se la permita seguir manteniendo sus estándares de emisiones, para perjudicar a una industria de la automoción china que, claramente, sí ha hecho sus deberes y fabrica vehículos eléctricos cada vez más competitivos?

La industria de las renovables – no solo la generación de energía, sino sobre todo, la fabricación de productos como vehículos eléctricos, baterías o paneles solares – se ha convertido no sólo en un elemento cada vez más importante cuantitativamente en las balanzas de pagos de los países que han sabido apostar por ella, sino además, en la única solución viable para que la tecnología, que con los combustibles fósiles y el motor de explosión provocó la emergencia climática, se pueda convertir en su solución. ¿De verdad vamos a permitir que los Estados Unidos ponga obstáculos a esa transición simplemente porque su industria no ha sido suficientemente competente como para posicionarse en ella?


This article is also available in English on my Medium page, «Stopping China and decarbonization: what kind of sense does that make

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