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De los subsidios a la renta básica incondicional

IMAGE: Gerd Altmann - Pixabay

Mi columna en Invertia de esta semana se titula «La España pionera» (pdf), y es una reflexión provocada por el dato de que, en España, la mitad de los adultos dependen o bien de algún tipo de ayuda, de una pensión o un empleo público. Una situación que contribuye en gran medida a que una sociedad pueda sostenerse sin estar permanentemente en la calle cuando sus cifras de desempleo son, desde hace ya mucho tiempo, las más elevadas de todo su entorno comparable.

España es un caso bastante especial entre las economías desarrolladas. El país número 15 del mundo por producto interior bruto y el número 36 del mundo por renta per capita, una potencial mundial en turismo y una sociedad que cualquier persona del mundo puede visitar y obtener una impresión de modernidad, seguridad, desarrollo y bienestar, resulta que posee un desempleo mucho más elevado que todo el resto de países de su entorno, pero el nivel de protección económica que ofrece a sus ciudadanos en forma de subsidios y pensiones hace que estos no solo no se rebelen, sino que muestren unos niveles de conflictividad social razonablemente bajos.

Si las cifras de desempleo españolas se produjesen en cualquier otro país de su entorno, veríamos manifestaciones constantes en las calles y caída de gobiernos. Mientras, en España, tenemos un nivel de seguridad ciudadana envidiable, relativamente pocas personas sin hogar o en niveles de pobreza extrema, y una cobertura sanitaria que no deja fuera a nadie. Para un español, pensar que hay países desarrollados en los que una persona puede morir por no poder pagar un hospital resulta inconcebible.

¿Por qué es España pionera? Simplemente, porque la inmensa mayoría de los gobiernos que ha tenido en la historia de su democracia han tratado de evitar la conflictividad social dotando de subsidios de todo tipo a las personas que lo necesitaban. Ese intento constante de parchear la situación es, con alguna leve variación en la que ahora entraremos, el único modelo viable con el que van a encontrarse cada vez más países a medida que el desarrollo de la tecnología obligue a cada vez más empresas a sustituir a cada vez más trabajadores con máquinas, si no quieren dejar de ser competitivas y terminar cerrando.

Que la tecnología es cada vez más capaz de sustituir puestos de trabajo es, cada vez más, una evidencia. Que cada vez más ocupaciones van a ser reemplazadas con algoritmos, con robots o con combinaciones de estos es algo que llevamos ya tiempo viendo venir. Y que una sociedad cada vez más productiva genere cada vez más personas sin trabajo y en riesgo de caer por debajo del umbral de la pobreza sería una paradoja a todas luces inaceptable, además de completamente insostenible.

¿Dónde está esa «leve variación» que España aún no se ha planteado (y que no podría plantearse sin una reforma que la acompañase a nivel europeo)? Simplemente, en la transformación de todos esos subsidios condicionales – si no tienes trabajo, si te has jubilado, si estás enfermo, si tienes una minusvalía, etc. – en una renta básica incondicional. La renta básica incondicional, a diferencia de los subsidios, no precisa de una vigilancia que asegure que la circunstancia que la originó aun persiste, no estigmatiza a quien la recibe, y no puede ser instrumentalizada políticamente. Simplemente, todos los ciudadanos reciben una cantidad de dinero suficiente para no caer por debajo del umbral de la pobreza, y quienes, además, quieren trabajar en aquello que les motive y encuentran que eso les permite recibir más ingresos, devuelven la renta básica en forma de impuestos.

La renta básica incondicional ha sido acusada de generar vagos, pero en la práctica, en todos los ensayos que se han hecho, genera personas más motivadas, que dedican su tiempo a cosas que les interesan, que tienen más capacidad y grados de libertad para decir que no a trabajos que no les interesan (y que eventualmente terminarán siendo automatizados), y que pueden invertir tiempo en cosas que les gusta hacer, independientemente de que les proporcionen o no unos ingresos adicionales.

Una sociedad difícil de imaginar para la mayoría, que cambia el significado del trabajo, y que puede obtenerse si simplemente redefinimos la forma en la que funciona el dinero. Antes de criticar, documentémonos sobre el resultado de los experimentos que se han hecho en este ámbito, y sobre todo, no tengamos miedo de imaginar un modelo de sociedad diferente. Porque, a medida que la tecnología consigue niveles de productividad cada vez mayores, algo completamente inevitable y, además, deseable, va a convertirse en el único modelo de sociedad viable para la humanidad.


This article is also available in English on my Medium page, «How Spain has unwittingly pioneered a (sort of) universal basic income model»

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