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Granjas verticales, ciudades lineales y la adaptación a la emergencia climática

IMAGE: Emirates

Una empresa, Crop One, anuncia la apertura de la granja vertical más grande del mundo en Dubai. Vista así, la noticia podría parecer un capítulo más de esa obsesión emiratí con «tener lo más grande del mundo en todo», pero en realidad, tiene bastante más sentido del que parece: Dubai y los Emiratos en general, situados literalmente en medio del desierto, importan la mayoría de los alimentos que consume su población, y hasta no hace mucho, obtener esa comida allí mismo resultaba imposible.

Ahora, con el desarrollo progresivo de las técnicas de agricultura vertical, la realidad ha cambiado: con un 95% menos de necesidades de agua que la agricultura convencional, ausencia total de pesticidas, eficiencia energética, predictibilidad y control total del ambiente, producir verduras en el medio del desierto resulta no solo factible, sino más barato. Con tener un buen contrato de suministro con algún cliente importante – en este caso, el catering de los aviones de Emirates – y la posibilidad de acceder a algunos otros mercados gracias a la proximidad, a la certificación kosher y a una buena calidad, es relativamente sencillo plantearse construir una granja en cualquier sitio, aunque sea en medio del desierto.

Si añadimos que las granjas convencionales, en un momento de creciente inseguridad por fenómenos climáticos extremos cada vez más frecuentes, representan una propuesta de valor cada vez más compleja, la idea de convertir la producción de legumbres en un proceso completamente industrial y alimentar a la población con una cadena logística mucho más corta y menos compleja va cobrando atractivo.

Estamos ante el mismo caso que la aparentemente extravagante idea de construir totalmente desde cero una ciudad completamente lineal en un espacio de doscientos metros de ancho, quinientos metros de altura y… ciento setenta kilómetros de longitud. Con paredes exteriores de espejo y clima completamente controlado, una ciudad con esa fisonomía, con el transporte público completamente integrado y ausencia total de automóviles, podría albergar a unos nueve millones de personas en un entorno completamente sostenible y a una temperatura controlada, produciendo su propia energía y alimento, y desplazándose muy poco.

¿Ciencia-ficción? ¿Distopía? ¿Habéis estado en Arabia Saudí últimamente? Una gran mayoría de la población simplemente no pone prácticamente un pie en la calle. Van de su casa a su trabajo, a una universidad o a un centro comercial, todos ellos con aire acondicionado, y se mueven en vehículos que también lo tienen. La calle es un lugar por el que pasear es como si llevases delante de la cara un secador de pelo funcionando a toda potencia. Si te planteas salir a dar un paseo, te mirarán como si estuvieses loco, y no les faltará razón. Si las temperaturas medias, como todo indica que está sucediendo, siguen subiendo, la práctica totalidad de su país será un sitio en el que simplemente no se pueda vivir.

Plantear ciudades completamente diferentes, conceptos no ensayados en los que se puedan controlar factores como el clima y con una idea de sostenibilidad detrás, equivocada o no, es algo que, aunque pueda parecer distópico o directamente demencial, puede tener su sentido, como lo puede tener el que el gobierno de las Maldivas, con una altura media sobre el nivel del mar de tan solo 2.4 metros, se plantease hace ya más de trece años la idea de adquirir tierras en otros países para poder llevar allí a sus aproximadamente medio millón de habitantes cuando las islas en las que viven empiecen a experimentar fenómenos climáticos extremos y elevaciones progresivas del nivel del mar.

Sí, hemos llegado a ese punto. La distopía ya está aquí, y justifica que se cultiven verduras en el desierto para poder hacerlo en condiciones controladas y distribuirlas a corta distancia, que se construyan ciudades radicalmente replanteadas, o que se plantee trasladar a cientos de miles de personas a sitios en los que no han vivido en su vida. Es lo que corresponde a haber sobreexplotado un planeta hasta límites inconcebibles, y a tener que asumir ahora las consecuencias de ello. Consecuencias que, además, no se quedarán ahí.

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