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La geoingeniería y los consensos

IMAGE: Hughhunt (CC BY SA)

La geoingeniería o ingeniería climática es, por definición, un entorno de enormes proyectos que incluyen desde la eliminación de dióxido de carbono atmosférico (Carbon Dioxide Removal, o CDR) hasta la gestión de la radiación solar (Solar Radiation Management o SRM), con una escala que suele abarcar la totalidad del planeta.

La idea, básicamente, es llevar a cabo importantes modificaciones de nuestro planeta, que pueden incluir el uso de aerosoles para mitigar la cantidad de radiación solar que llega a su superficie, y que pueden tener consecuencias de todo tipo, no solo las esperadas, sino otras derivadas y completamente desconocidas. En este ámbito se han hecho propuestas de muchos tipos, desde la aprobación de fondos del gobierno norteamericano para investigar en el tema hasta experimentos a pequeña escala en Suecia, pasando por análisis de todo tipo utilizando teoría de juegos.

En el panorama actual hay de todo: desde llamadas prácticamente desesperadas a su uso lo antes posible para evitar el acelerado ritmo de la emergencia climática, hasta interpretaciones nada desencaminadas que afirman que su uso sería un pretexto para prolongar el uso de combustibles fósiles en lugar de eliminarlo, u otras que afirman que recurrir a ella conllevaría enormes riesgos para los entornos naturales del planeta.

Lo que no había ocurrido hasta el momento es que una startup, Make Sunsets, decidiese, por su cuenta y riesgo, llevar a cabo un proyecto de geoingeniería: empezar a utilizar globos lanzados desde México para crear nubes de sulfuro en altitudes muy elevadas que permanecerán ahí entre seis meses y tres años, y que reflejan la radiación solar. La acción puede ser simplemente una forma de llamar la atención, pero lo cierto es que tiene asociado un modelo de negocio: cualquiera puede adquirir cooling credits a partir de diez dólares para esponsorizar la creación de estas nubes, y contribuir supuestamente a rebajar la temperatura del planeta.

Las reacciones, obviamente, no se han hecho esperar, y la mayoría son de condena: la geoingeniería, como decisión planetaria que es que afecta al planeta en el que vive la práctica totalidad de la raza humana, debería partir de un consenso amplio marcado por acuerdos entre países, no del hecho de que a una compañía se le ocurra un modelo de negocio asociado. El hecho de que tecnológicamente sea relativamente sencillo elevar un globo a la estratosfera y liberar en ella nubes de una sustancia determinada no debería servir para que eso pueda hacerse sin un control determinado, o sobre todo, sin llevar a cabo los adecuados estudios sobre sus posibles consecuencias. Saltarse esos estudios y hacerlo por algo que va poco más allá de la intuición, o hacerlo sin el nivel adecuado de consenso puede ser una manera de provocar o de acelerar la discusión sobre el tema, pero está muy lejos de poder plantearse como una solución global.

Veremos qué ocurre con este tipo de iniciativas, qué reacciones generan y, sobre todo, qué consecuencias pueden llegar a tener.

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