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Vehículos eléctricos y talleres mecánicos

IMAGE: Ryan McGuire - Pixabay

Ante un crecimiento cada vez mayor de las ventas de vehículos eléctricos en cada vez más países, y con más marcas comprometiéndose a abandonar los motores de combustión en fechas cada vez más próximas, los cambios en todo lo relacionado con la industria del automóvil empiezan a ser cada vez más evidentes.

Se calcula que la ley que obliga a que los vehículos nuevos en California sean completamente eléctricos o de cero emisiones en el año 2035 costará al estado un total de treinta y dos mil puestos de trabajo de mecánicos, debido fundamentalmente a las bajísimas necesidades de mantenimiento de los vehículos eléctricos y a la muy escasa complejidad de sus motores. El estado cuenta con más de sesenta mil mecánicos, y aproximadamente la mitad de ellos perderán sus trabajos, aunque también se espera la creación de puestos de trabajo para unos veinticinco mil de ellos en otras industrias, desde eléctricas hasta aseguradoras.

Para los distribuidores de automóviles, la suerte puede ser diferente: la menor necesidad de interacción con ellos por parte de los propietarios está llevando a cada vez más marcas a plantearse algo que antes habría sido completamente implanteable: las ventas directas. El sustancial margen de los distribuidores está cada vez más en entredicho, como lo están sus posibilidades de seguir ganando dinero gracias a unas revisiones que, por lo general, resultan completamente innecesarias. ¿Mantener una red de concesionarios tan sol para vender automóviles y para algunas reparaciones de chapa? La idea tiene, aparentemente, cada vez menos sentido.

En general, se espera que muchos talleres mecánicos tradicionales pasen a llevar a cabo todo tipo de operaciones habituales también en vehículos eléctricos: cambios de ruedas, limpieza interior y exterior, etc. Por otro lado, los mecánicos tradicionales seguirán teniendo trabajo durante algún tiempo en una transición relativamente lenta, dado que la ley, por el momento, permite la circulación de los más de veintinueve millones de vehículos de combustión que existen en el estado e incluso la importación de vehículos nuevos o usados de fuera de sus fronteras.

Para las gasolineras y estaciones de servicio, la evolución parece clara: dotarse de cargadores rápidos bien de forma voluntaria, incentivados por planes gubernamentales u obligados por ley, y confiar en que esas cargas, habitualmente de quince minutos a media hora, harán que los usuarios pasen más tiempo y, por tanto, puedan gastar más en servicios que pueden ir desde la tradicional restauración, hasta muchos otros.

A medida que las personas van superando sus bloqueos mentales y analizan con más rigor la adquisición de un vehículo eléctrico, son muchas las cosas que van a cambiar. Pretender que eso va a ser algún tipo de catástrofe económica, cuando hablamos de una transición relativamente lenta y que permitirá a muchos adaptarse, es fundamentalmente absurdo, como lo sería plantear que se mantuviesen puestos de trabajo o estructuras que, simplemente, ya no son necesarias.

Francamente, no sé si alguien echará de menos los talleres mecánicos. Yo, tras más de tres años con un vehículo eléctrico y sin haber parado en uno de ellos (ni en una gasolinera más que para algún lavado ocasional) en todo ese tiempo, tengo muy claro que no.

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