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El cifrado y sus implicaciones

IMAGE:  Pete Linforth - Pixabay

Un interesante artículo en la BBC, «Why US tech giants are threatening to quit the UK«, se plantea si realmente varias compañías norteamericanas como Meta o Signal están dispuestas a abandonar el mercado del Reino Unido si el próximo otoño se aprueba la Online Safety Bill, un paquete legislativo que, entre otras cosas, pretendería obligar a las empresas que ofrecen productos con cifrado de extremo a extremo a disponer de procedimientos para poder descifrar esas comunicaciones en caso de ser legalmente requeridas para ello.

La cuestión no es nueva, y la hemos visto ya anteriormente en otros países: hace cuatro años, en una reunión del grupo de países conocido como Five Eyes (Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda), se expresaron ya numerosas preocupaciones sobre el crecimiento de WhatsApp como herramienta de comunicación cifrada y se habló de «asegurarnos de que nuestro sistema legal y nuestras agencias de seguridad e inteligencia puedan obtener un acceso legal y excepcional a la información que necesitan», una posibilidad que también se ha expresado en reuniones de la Unión Europea y que parece contar con el empuje de España.

Las compañías que gestionan estos servicios se oponen frontalmente a ese tipo de legislación, y tanto Meta como Signal y también Apple han afirmado ya en numerosas ocasiones su negativa a implantar ningún tipo de puerta trasera en sus productos. En el caso de la Online Safety Bill británica, ambas compañías han hablado abiertamente de la posibilidad de abandonar el mercado británico en caso de que se pretenda obligarlas a debilitar su cifrado, lo que lleva, ahora que se la aprobación de la ley parece acercarse, a plantearse si realmente lo harán.

Tratar de eliminar el cifrado de extremo a extremo es una total y absoluta estupidez: en caso de proponerlo por la vía de las leyes, las compañías que ofrecen productos de comunicación con ese cifrado seguramente abandonen los mercados en los que se les impida hacerlo, pero además, veremos con total seguridad como surgen nuevas herramientas de comunicación en formato de código abierto capaces de gestionar esas comunicaciones sin que pueda recurrirse a ninguna compañía para que abra ninguna puerta trasera. La cuestión es si queremos realmente «vigilar lo que hacen los malos» o «vigilar a toda la sociedad»: en caso de disfrazar o tratar de justificar la intención de espiarnos a todos con el problema que supone que «los malos» puedan comunicarse con impunidad, lo único que ocurrirá es que esos «malos» pasarán a comunicarse de otra manera.

Que democracias como el Reino Unido o Europa aspiren a parecerse a China es extremadamente preocupante, y es una consecuencia de políticos legislando sobre temas que no entienden o guiando sus preocupaciones por el criterio de la alarma social. Un mínimo de formación tecnológica permite entender que tratar de eliminar el cifrado de extremo a extremo es imposible, y que pocas cosas desgastan tanto a un gobierno como la promulgación de leyes que no pueden ser puestas en práctica o que se quedan en simples gestos simbólicos que no sirven de nada – o que incluso que genera efectos que son peores aún que la situación inicial.

Esperemos que quienes se supone deben velar por el bienestar de los ciudadanos tengan el sentido común suficiente como para no atentar contra otras leyes, las de la tecnología, y para entender que por mucho que ellos legislen, hay cosas que no van a cambiar.

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